La vida, a veces, se asemeja a un tsunami. Viene de manera inesperada, con una fuerza imparable que nos arrastra con la marea y nos lleva consigo, sin darnos tiempo a prepararnos. Es fácil pensar que esas olas no nos alcanzarán, que somos inmunes, pero la triste realidad es que, si dependiera de ella, la vida nos daría lecciones de realidad casi a diario.
Nos encontramos tan inmersos en el ritmo frenético del día a día —correr de un lado a otro, en el trabajo, en las tareas del hogar, en las tecnologías que parecen consumirnos— que olvidamos lo más esencial. Olvidamos que el tiempo de calidad con nuestros seres queridos no solo es un lujo, sino una necesidad. Y no hablo solo de la familia de sangre, sino de esas relaciones que elegimos, que nos nutren y nos sostienen, esas conexiones que van más allá de los lazos genéticos y que construyen nuestro verdadero hogar emocional.
Hoy quiero permitirme expresar con mis dedos en el teclado lo que mi mente no logra asimilar ni verbalizar con claridad. Hace unas semanas, la vida nos golpeó con fuerza, recordándonos que nada es seguro y que, en un instante, todo puede cambiar. Nos vimos arrastrados por esa marea implacable, enfrentándonos a una realidad que nos desafía a replantearnos nuestras prioridades, a valorar lo que realmente importa y a entender que, en medio del caos, la conexión humana y el tiempo compartido son los verdaderos refugios.
A mí, ahora, me encantaría estar como cada verano, hablando con él cuando tocaba con sus nudillos la persiana de mi habitación. Pasábamos horas hablando de cosas insignificantes y banales sin darnos cuenta. Un día tras otro, mientras forjábamos una amistad que, con el paso de los años, sigue estando dentro de mí a pesar de no hablar con él casi. Para mí, las relaciones más valiosas son aquellas que elegimos cultivar, aquellas que se basan en la empatía, el apoyo y la comprensión mutua, más allá de los lazos biológicos.
Querido primo, te invito a que no intentes buscar una lógica en la complejidad de la vida, porque a veces la realidad simplemente desafía toda explicación. Solo tú sabes lo injusta que puede ser, especialmente con quienes no lo merecen.
En estos momentos, la fortaleza que siempre habéis demostrado será vuestra mayor aliada. Es importante que os permitáis disfrutar, aunque sean las nimiedades, esas pequeñas cosas que la vida puede ofreceros, incluso en medio del caos y la incertidumbre. La resiliencia que habéis construido os dará la fuerza para seguir adelante. Y recuerda que no estáis solos, y aunque las palabras puedan parecer insuficientes en estos momentos, quiero que sepas que mi apoyo, mi brazo y todo lo que necesites están aquí para sostenerte, tanto en la cercanía como en la distancia.
Os quiero, familia.