Es complicado describir lo que está ocurriendo en Gaza, sobre todo, observando la permisividad para asesinar impunemente mientras los gobiernos del mundo emiten comunicados, amenazas (que se pasan por el forro), promesas, etc. Y el resto de los mortales nos lamentamos desde la distancia, impotentes ante los constantes números de “caídos” que se “venden” en los medios. Esta situación no es una guerra entre iguales. Es una tragedia humana que se repite, se prolonga y se alimenta desde los despachos del poder, donde los golpes de pecho suenan a bombas y las palabras vacías se lavan en tumbas manchadas de intereses políticos y económicos.
Mientras hablamos y obviamos estos hechos, miles de civiles palestinos viven atrapados entre los misiles que irrumpen cada día en sus vidas, destrozando familias enteras y esperando una ayuda que no llega. No, hoy no quiero hablar de de la venta de armas, ni de geopolítica, ni de Hamás, ni de Israel, ni siquiera de las resoluciones incumplidas de la ONU, hoy quiero expresar lo que veo y leo cada día, familias que ven cómo desaparecen sus viviendas, sus hospitales, sus escuelas, sus alimentos, que agonizan con agua contaminada y malviven sin electricidad y a merced de sus asesinos. Es desgarrador el sufrimiento de padres al observar cómo matan a sus hijos ante un mundo ciego y sordo, que solo sabe hablar en un contexto protocolario y bien estructurado, lamentando e incluso condenando esta barbarie, pero sin impedir el genocidio, mientras Estados Unidos financia e Israel sigue bombardeando a un pueblo palestino que se defiende con piedras y casi sin dignidad.
Esta cruda realidad es permitida, es tolerada y trivializada como mera charla de barra, entre confrontaciones con opiniones absurdas que nos desvían de la realidad. En Gaza hay miles de personas muriendo, no hablo de soldados, de milicia, de combatientes… personas como tú y como yo, madres como las nuestras, hijos como los nuestros, que caen abatidos por los constantes bombardeos, por enfermedades. Esta cruel situación en Gaza es la prueba veraz de que las políticas actuales no son eficientes, eficaces, no funcionan y solo “gestionan el decorado” como una parodia institucional de cara a la galería, pero indiferente.
