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El cementerio de los ingleses

Simplemente, Ayuso

La presidenta de la Comunidad de Madrid se empeñó en armar escándalo desde su llegada, saludando de forma tensa a casi todo el mundo

Publicado: 08/06/2025 ·
13:57
· Actualizado: 08/06/2025 · 13:57
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Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Bien saben quienes me leen habitualmente que Ayuso no es santa de mi devoción. Para ser más exactos, hace tiempo que mi pensamiento se quedó sin santos a los que rezar. Tampoco creo que pueda ser muy santa la del “no se salvaban en ningún sitio”. Ni la que llamaba “subvencionados” a los desfavorecidos de las colas del hambre. Que esta señora haya tenido el éxito electoral que ha tenido en su comunidad, habla peor de su comunidad que de ella, todo hay que decirlo.

El pasado viernes, la pareja de Alberto Quirón volvió a montar su show particular en la Conferencia de Presidentes que reunía a Pedro Sánchez con los presidentes autonómicos. Si bien nadie esperaba ningún acuerdo, pues la ideología y la política últimamente se torpedean entre sí, lo cierto es que la jornada transcurrió en un clima mínimamente aceptable en cuanto a corrección institucional. Vaya por delante que Pedro Sánchez tampoco es santo de mi devoción, que les estoy viendo venir...

La presidenta de la Comunidad de Madrid se empeñó en armar escándalo desde su llegada, saludando de forma tensa a casi todo el mundo y negando el saludo a la ministra de Sanidad, Mónica García. Parece ser que Ayuso la acusó de haberla llamado “asesina”; sin embargo, la que fuera portavoz de Más Madrid nunca llegó a pronunciar esa palabra. La responsabilizó de la gestión que se hizo durante la pandemia (cosa natural, al ser la responsable), le recordó los 7.291 fallecidos sin asistencia en las residencias... pero no la llamó, al menos explícitamente, por ese nombre; otros sí lo hemos hecho, que quienes no ocupamos cargo público podemos llamar a las cosas por su nombre.

Siguió el esperpento cuando se levantó y salió de la reunión por el uso de lenguas cooficiales. No lo hizo con todos, según parece, especialmente ese desprecio y falta de respeto fueron dirigidos al President Salvador Illa y al Lehendakari Imanol Pradales. Cierto es que la historia de amor y odio del PP por las lenguas cooficiales (y no dialectos, como los llamará algún iletrado) viene de largo y que toleran más el gallego por ser uno de sus feudos electorales; pero la inquina manifiesta que tienen los de Génova al catalán y al euskera es para hacérselo mirar por la vía patológica. Y Ayuso, que es el perejil de todas las salsas peperas y además tiene que dejar más sabor que nadie de su partido, ha hiperbolizado esa fobia extrema como sólo ella sabe hacerlo. Es irónico que la presidenta que vive pegada a un pinganillo para repetir los discursos de Miguel Ángel Rodríguez se moleste por usarlos para entender lo que se dice en otras lenguas españolas que no son el castellano.

Sin embargo, creo que esta hiperventilación de la presidenta madrileña puede dar pistas de que su flor política se está marchitando. Aparte del lógico nerviosismo por los juicios a sus altos cargos en la pandemia y del procesamiento de Gómez Amador (Alberto Quirón, para los despistados), esta línea homogénea de los barones populares que sólo ella ha roto puede ser un síntoma de aislamiento. Quitando a Mazón, que ya debería haber dimitido por su gestión de la DANA y tuvo el cuajo de exigir eso mismo a Pedro Sánchez (la vergüenza se la dejó en El Ventorro), el resto de presidentes regionales estuvieron a la altura. Quizá busquen el talante de Moreno Bonilla para no necesitar a Vox antes que el show de Ayuso para, precisamente, lo mismo; aunque entonces hay un fallo en que Tellado y Gamarra sigan tomando la voz en el Congreso. Esa es harina de otro costal. Y no, lo de la harina (fariña) no lo digo por ningún amigo de Feijóo.

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