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Lunes 28/04/2025
 
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Cádiz

Martínez Pozo: “Somos herederos de una identidad oculta y perseguida a propósito”

“Las fiestas son una dramatización de un conflicto que marcó nuestra historia: la conquista,la conversión forzada y la sublevación y “expulsión de los moriscos"

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  • Miguel Ángel Martínez Pozo durante su conferencia en Orce. -

En un rincón tranquilo de la terraza de los apartamentos turísticos Alhanda de Benamaurel, en pleno Geoparque de Granada, donde las campanas suenan con la misma cadencia que los ecos del pasado y a vísperas de sus espectaculares y majestuosas fiestas de moros y cristianos en honor a Ntra. Sra. La Virgen de la Cabeza que se celebrarán del 26 al 29 de abril con la participación de más de un millar de personas engalanados y vestidos de moros, cristianos y pakkos, conversamos con Miguel Ángel Martínez Pozo, maestro, investigador y autor de dos ensayos que están redefiniendo la forma en que entendemos el alma de esta tierra. En Andalucía, tierra de moros y cristianos (Premio Memorial Blas Infante 2020), que acaba de salir su cuarta edición, y más recientemente en Los orígenes ocultos de la Semana Santa andaluza (2024), Martínez Pozo desentierra capas de memoria negada para mostrarnos una identidad mestiza, silenciada y profundamente viva.

Miguel Ángel, su libro plantea que Andalucía es mucho más que lo que nos han contado. ¿En qué punto empezamos a olvidar lo que realmente somos?

Empezamos a olvidar cuando nos enseñaron a avergonzarnos. Cuando la historia oficial nos dibujó como una tierra conquistada, redimida por la “civilización” cristiana. Se quisieron borrar los nombres, los sonidos, los sabores, las músicas... pero no se consiguió del todo. Esa memoria quedó en todos ellos, en el aire, en las fiestas, en el lenguaje, incluso en las devociones populares. El problema es que no nos enseñaron a leer esas señales.

Usted afirma que las fiestas de moros y cristianos no son solo folclore, sino una especie de terapia histórica colectiva. ¿Puede explicarlo?

Claro. Las fiestas son una dramatización de un conflicto que marcó a fuego nuestra historia: la conquista, la conversión forzada y la sublevación y “expulsión” de los moriscos. En ellas, el “otro” sigue presente y aprendieron a negarse a sí mismos bajo su representación “un yo que no soy o un nosotros que no debemos serlo.” A veces con humor, otras con respeto, pero siempre como parte del imaginario colectivo. Recreamos una historia que aún duele, aunque no lo sepamos conscientemente. Por eso digo que son una forma de duelo ritual. Nos ayudan a convivir con un pasado que no fue resuelto, sino reprimido. Vivimos para olvidar y olvidamos para vivir hasta tal punto que se creó una amnesia colectiva que, con el tiempo la propia fiesta se fue adaptando a las peculiaridades de la sociedad en la que se envolvía y que se ha convertido actualmente en un lugar de convivencia, de respeto multi e intercultural donde se promueven valores del presente así como un hermanamiento entre civilizaciones, religiones y, cómo no, entre las diferentes generaciones ya que la participación en las mismas es desde un recién nacido hasta una persona en sus últimos días de vida. Todo ello las hace especiales y únicas. Sin olvidar que, entorno a ellas, surgieron representaciones como la de Benamaurel y Zújar considerada como la de mayor contenido literario de cuantas se celebran en España y que, desde estas líneas os invito, al menos una vez en la vida, a verla.

¿Por qué cree que este enfoque ha tardado tanto en emerger en el discurso académico o popular?

Porque cuestiona la narrativa dominante. Hablar del legado andalusí no es solo hablar de historia; es hablar de identidad, de religión, de poder y de memoria. Y eso incomoda. El silencio fue deliberado. La construcción de la nación española necesitaba una Andalucía “reconvertida”, folclórica pero desactivada políticamente. Lo que intento hacer es recuperar una verdad emocional y cultural que ha estado ahí todo el tiempo, esperando ser escuchada reconociendo nuestras heridas, nuestra mezcla, nuestra herencia popular, árabe,judía, africana, gitana, cristiana y campesina pues, no somos una anécdota exótica de Europa: somos frontera, somos puente y somos cruce.

Su último ensayo, Los orígenes ocultos de la Semana Santa andaluza, también va en esa línea. ¿Es una continuación?

Más bien es un segundo capítulo. Si en Andalucía, tierra de moros y cristianos exploraba el trauma de la expulsión y la memoria festiva, en este nuevo libro hablo de cómo muchas de nuestras devociones, procesiones y símbolos cristianos tienen raíces anteriores. A veces paganas.A veces islámicas. La Semana Santa no es solo liturgia: es una expresión popular que ha absorbido siglos de espiritualidad compartida. Es un palimpsesto.

Ahora son las fiestas de moros y cristianos en su localidad en honor a la Virgen María, bajo la advocación de la Cabeza. Usted en sus ensayos hace referencia a la relación de la Virgen María con las diosas Madre que poblaron Andalucía y también demuestra la relación de Ella con el Islam y con aquellos musulmanes que se convirtieron al cristianismo y cómo fue utilizada como nexo de unión, ¿podríamos decir que el culto a la Virgen es una de las claves para entender lo andaluz profundo?

Sin ninguna duda. No se puede entender lo andaluz sin la figura de la Virgen. Pero no como una categoría exclusivamente religiosa, sino como símbolo cultural, emocional, comunitario. La devoción mariana es, en muchos casos, la única vía que ha tenido el pueblo andaluz para expresar su dolor colectivo, su ternura, su fuerza resiliente. En torno a ella se articula lo femenino sagrado, lo popular, lo telúrico. Es una vía de conexión espiritual con nuestra historia más antigua, aunque se exprese en lenguaje cristiano.

¿Cree que hay resistencia a aceptar estos vínculos con lo pagano, lo islámico, lo precristiano?

Mucha. Porque aceptar que nuestras expresiones más sagradas están construidas sobre capas culturales anteriores supone reconocer que la historia no fue lineal ni limpia. Pero también abre una puerta preciosa: la de reconciliarnos con lo que somos. No somos una identidad pura, sino una identidad profundamente mestiza. Eso, lejos de debilitarnos, nos enriquece.

Junto con un compañero, Ismael Rodrigo Aguilar, han dirigido un cortometraje escolar denominado Rihla. El viaje donde precisamente utilizan la memoria como línea conductora, ¿qué han buscado transmitir a partir de él?

La realización del cortometraje ha valido para que conozcan su rico patrimonio, tanto material como inmaterial, valorando la memoria histórica como base para el entendimiento de su pasado y su presente más reconociendo a Andalucía como comunidad de encuentro de culturas. En definitiva, ha sido “un viaje” enriquecedor tanto para nuestro alumnado como para nosotros mismos, para el centro educativo y también para  Cortes de Baza en general pues nos hallamos ante un estudio etnográfico donde pasado, presente y futuro se fusionan.

A través de sus ensayos está realizando conferencias en todo el ámbito nacional e internacional con gran repercusión mediática, ¿qué supone para usted realizarlas?

Para mí son base para entender el contenido de ambos ensayos.  Para ello mi objetivo desde un principio fue fusionar la investigación y lo académico con lo didáctico y pedagógico con la intención de hacer reflexionar a quien escucha, emocionar al que se adentre en mi palabra y cautivar con la música que me acompaña que no puede ser otra que el flamenco con Antonio Capote a la guitarra y Raquel Moreno al cante.

¿Qué papel juega entonces el conocimiento en este proceso de memoria?

Conocer es sanar. Comprender de dónde venimos nos permite dejar de repetir inconscientemente traumas históricos. Nos libera del miedo al otro, del complejo, del olvido impuesto. Y nos reconecta con lo mejor de nosotros mismos: la hospitalidad, la ternura, la alegría compartida, el sentido profundo de lo sagrado.

¿Qué le diría a alguien que cree que estos temas pertenecen al pasado y no tienen relevancia hoy?

Le diría que el pasado no pasa. Está en nuestras palabras, en nuestras calles, en nuestras fiestas, en nuestras emociones. Negarlo es seguir repitiendo la amnesia. Recordarlo, en cambio, nos hace libres.

 

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