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Libro del corazón

Corazón y ejercicio físico: una visión científica

La prevalencia de eventos cardiovasculares adversos en los deportistas que realizan frecuentes maratones es similar a la de pacientes con cardiopatía coronaria

Publicado: 08/06/2025 ·
12:08
· Actualizado: 12/06/2025 · 16:49
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  • Ejercicio físico. -
Autor

José Manuel Revuelta Soba

Catedrático de Cirugía y Profesor Emérito de la Universidad de Cantabria. Ex-Jefe de Cirugía Cardiovacular del Hospital Valdecilla de Santander

Libro del corazón

Descubriendo el interior del corazón humano, órgano maravilloso, fuente de vida e investigación de calidad

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Desde hace décadas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda mantener la actividad física para conservar la adecuada función cardiorrespiratoria, incluidas las personas con factores de riesgo o padecer alguna enfermedad cardiovascular (ECV). En una sociedad con un estilo de vida progresivamente más sedentario, la motivación por el ejercicio físico se hace más necesaria que nunca. En la actualidad, más de la tercera parte de la población mundial y el 80 por ciento de los adolescentes no cumplen las pautas mínimas de ejercicio físico recomendadas por la OMS para preservar la salud.

La actividad física se define como la realización de movimientos corporales que requieren un gasto energético, mientras que el ejercicio físico constituye toda actividad física planificada, estructurada y repetitiva que tiene como objetivo final la mejora o el mantenimiento de la condición física, aunque pueda pretender otros objetivos médicos, salud mental o estética.

A pesar de los evidentes beneficios proporcionados por el ejercicio físico para la salud, los mecanismos fisiológicos responsables de la mejora de la función cardiorrespiratoria y reducción del riesgo de ECV no han sido aun totalmente aclarados. En este siglo, se están llevando a cabo numerosos proyectos de investigación para identificar los principales factores bioquímicos y fisiológicos que contribuyen a la mejoría y protección de la salud cardiovascular. Múltiples ensayos clínicos observacionales e intervencionistas están logrando avances significativos, aunque persisten importantes lagunas en el conocimiento científico.

https://doi.org/10.1093/eurheartj/ehaa605

Preguntas frecuentes acerca de la eficacia del ejercicio físico no siempre obtienen una respuesta científica clara, como: ¿las secuelas del sedentarismo y el estilo de vida inadecuado pueden revertirse con el ejercicio físico?, ¿cuánto ejercicio se considera óptimo?, ¿cuándo es el mejor momento del día para practicar los ejercicios físicos?, ¿pueden realizar ejercicios físicos las personas hipertensas o con factores de riesgo de ECV sin correr peligro?, ¿cómo influye el ejercicio físico en el corazón?, ¿es conveniente que las personas mayores practiquen ejercicios físicos?, ¿cuáles son las razones científicas para realizar ejercicios físicos?

Algunas respuestas científicas

Se ha demostrado que el ejercicio físico practicado con regularidad proporciona notables beneficios para la salud en general, incrementa la supervivencia y reduce los factores de riesgo de ECV. La Universidad de Birmingham (Reino Unido) ha aportado una valiosa información aclarando como el ejercicio físico no solo tiene un impacto positivo sobre la esperanza de vida, sino también en el rendimiento laboral. La simple realización de unos 6.500 pasos/día logra una reducción del riesgo relativo de mortalidad de causa cardiovascular del 49 por ciento.

Si bien el ejercicio per se aumenta el gasto cardíaco y mejora la presión arterial, las personas adaptadas al ejercicio físico durante años muestran una frecuencia cardíaca media en reposo menor de la normalidad (50-60 latidos por minuto). La reducción del riesgo de ECV se ha relacionado con determinados cambios en el metabolismo y la señalización celular, aunque la comprensión de ciertos mecanismos subyacentes aún sigue siendo incompleta. Recientes evidencias científicas sugieren que los niveles altos de ejercicio físico persistente, como ocurre con los deportistas corredores de maratón, pueden tener efectos perjudiciales para la salud cardiovascular, no estando clara la relación entre el nivel y la duración del ejercicio físico.

Durante el ejercicio, el corazón está sujeto a tensiones hemodinámicas intermitentes (volumen y presión) por lo que, para satisfacer la demanda de un mayor suministro de sangre, el corazón experimenta una adaptación morfológica al ejercicio continuado mediante el aumento de la masa muscular de la cámara ventricular -hipertrofia ventricular-. Existen evidencias clínicas sobre el engrosamiento fisiológico de las paredes cardiacas en los deportistas de élite (ciclistas, nadadores, futbolistas, corredores de fondo, etc.). Esta modificación de la estructura del corazón humano permite un incremento sustancial del volumen sanguíneo expulsado -gasto cardiaco- para satisfacer la importante demanda de los músculos y, en general, todo el cuerpo. Cuando estos deportistas acaban su vida de competición han de proseguir, durante algunos años, con un programa de ejercicios físicos que les permita ir reduciendo progresivamente la hipertrofia ventricular y evitar el riesgo de arritmias cardiacas. Estas posibles complicaciones se deben a que el músculo cardiaco -miocardio- recibe su aporte sanguíneo a través de las ramas de las arterias coronarias, situadas en la superficie del corazón, que penetran en el espesor del miocardio. Cuando existe una hipertrofia ventricular importante, el corazón debe aumentar progresivamente la presión arterial para poder responder a la mayor demanda de un músculo cardiaco tan engrosado, sobre todo su parte interna -endocardio- más alejada de la superficie. El déficit de irrigación del endocardio suele resultar la causa final de estas serias arritmias ventriculares que, en ocasiones, puede llevar a la denominada fibrilación ventricular o parada cardiaca.

La prevalencia de eventos cardiovasculares adversos en los deportistas que realizan frecuentes maratones es similar a la de los pacientes con cardiopatía coronaria, lo que sugiere que el ejercicio físico continuado de alto nivel puede resultar perjudicial para el corazón. Un estudio reciente ha puesto de manifiesto que los deportistas que completaron al menos 25 maratones mostraban unas lesiones calcificadas y placas de ateroma en las arterias coronarias más de lo esperado, en comparación con las personas sedentarias.

https://journals.lww.com/acsm-msse/toc/2017/12000

El ejercicio físico regular tiene un efecto beneficioso sobre el perfil del colesterol, al aumentar un 5-10 por ciento la concentración del HDL “colesterol bueno” y el incremento del tamaño de las partículas LDL “colesterol malo” haciéndolas menos dañinas para las arterias coronarias, además disminuye la cifra de triglicéridos en un 50 por ciento, aunque se desconoce el mecanismo fisiológico de estos cambios metabólicos.

Por otro lado, el ejercicio físico protege el delicado tejido endotelial de la válvula aórtica al reducir el acúmulo de células inflamatorias causantes de la calcificación valvular, frecuente en la población de edad avanzada.          

Recientemente, se ha descubierto que el ejercicio podría tener un impacto directo en la homeostasis -conjunto de fenómenos de autorregulación corporal que mantiene la composición normal de los órganos y tejidos-, contribuyendo a reducir la enfermedad coronaria en personas que hacen ejercicios, en comparación con las sedentarias. Existen evidencias científicas sobre los mecanismos involucrados en la mejoría de la circulación coronaria mediante cambios en la microestructura de sus arteriolas y capilares, así como una mayor actividad de la circulación colateral que une las ramas de estas minúsculas arteriolas coronarias que penetran en el interior del miocardio, mejorando la función cardiaca que permite un aumento importante del aporte sanguíneo a todos los órganos y tejidos, en respuesta al incremento de la demanda por el ejercicio físico repetido, en personas de todas las edades.

Según un metanálisis de acreditados estudios clínicos, la práctica regular de ejercicios físicos de intensidad moderada, realizados tres a cinco veces por semana, mejora significativamente la hipertensión arterial, debido a la liberación de metabolitos por los músculos durante el ejercicio, con mayor producción de agentes vasodilatadores, como el óxido nítrico y prostaciclina, lo que produce la relajación del músculo liso de la pared arterial. Sin embargo, no puede afirmarse con seguridad que la reducción de la presión arterial sea la causa determinante de los efectos beneficiosos del ejercicio al reducir el riesgo de ECV y la mortalidad de causa cardiaca.

Comenzar un programa de ejercicio físico, incluso tarde en la vida, puede ser eficaz para revertir algunos cambios estructurales y funcionales en el sistema cardiovascular asociados con el sedentarismo, envejecimiento y/o estados de enfermedad como la insuficiencia cardíaca. Un estudio reciente muestra que tras dos años de ejercicios mejora significativamente la función del corazón en personas de mediana edad previamente sedentarios.

Es bien conocido que el ejercicio físico mejora el sobrepeso al aumentar el gasto energético diario y disminuir los depósitos de grasas, manteniendo la masa corporal magra y el adecuado metabolismo basal.

https://doi.org/10.1161/CIRCULATIONAHA.117.030617

Últimamente, algunas publicaciones médicas recomiendan realizar los ejercicios físicos a horas tempranas de la mañana, no siempre posible, aduciendo que el cuerpo se encuentra en las mejores condiciones, sin cansancio físico, para poder aprovechar más sus efectos beneficiosos. Sin embargo, entendemos que los mejores resultados se obtienen por la constancia en realizar los ejercicios programados cada día, elemento clave para conseguir su objetivo principal, una vida más saludable y duradera.

Organización Mundial de la Salud

Guía de la OMS sobre la Actividad Física y el Comportamiento Sedentario – 2020

Niños y adolescentes de 5 a 17 años

  • Deben realizar al menos 60 minutos de actividad física de intensidad moderada a vigorosa al día.
  • Incluir actividades que fortalezcan los músculos y huesos, al menos 3 veces por semana.

Adultos de 18 a 64 años

  • Debe realizar al menos 150 minutos de actividad física de intensidad moderada a la semana, o al menos 75 minutos de actividad física de intensidad vigorosa semanal, o una combinación equivalente de ambas.
  • Para obtener beneficios adicionales para la salud, los adultos deben aumentar su actividad física de intensidad moderada a 300 minutos por semana, o equivalente.
  • Las actividades de fortalecimiento muscular deben realizarse involucrando los principales grupos musculares 2 o más días a la semana.

Adultos mayores de 65 años

  • Debe realizar al menos 150 minutos de actividad física de intensidad moderada a la semana, o al menos 75 minutos de actividad física de intensidad vigorosa, o una combinación equivalente de ambas.
  • Para obtener beneficios adicionales para la salud, deben aumentar la actividad física de intensidad moderada a 300 minutos por semana, o equivalente.
  • Las personas con reducción de la movilidad deben realizar actividad física para mejorar el equilibrio y prevenir caídas, 3 o más días a la semana.
  • Las actividades de fortalecimiento muscular deben realizarse involucrando los principales grupos musculares, 2 o más días a la semana.

https://iris.who.int/bitstream/handle/10665/337001/9789240014886-eng.pdf

La Ciencia continúa buscando los mecanismos bioquímicos y fisiológicos que regulan a los órganos y tejidos corporales ante las demandas energéticas del ejercicio físico. Mucho se ha descubierto en los últimos años, pero el complejo organismo humano sigue atesorando una importante información que seguirá asombrando a futuros investigadores.

Es un poco insatisfactorio obtener resultados sin ser capaces de ver con detalle cómo suceden las cosas” – Enrico Fermi (1901-1954), físico italiano. Premio Nobel de Física 1938

José Manuel Revuelta Soba

Catedrático de Cirugía. Profesor Emérito de la Universidad de Cantabria

 

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