Robert Johnson apenas grabó 29 canciones a mediados de los años 30, pero hoy en día es una figura clave en la historia del Delta blues. La leyenda cuenta que en algún momento de su vida vendió su alma al diablo en un cruce de caminos a cambio de un talento inigualable para tocar la guitarra. Lo cierto es que al blues siempre se le ha conocido como la música del diablo, debido en parte a la vida que solían llevar sus intérpretes; buscavidas dados a la bebida y al sexo, y también por ser el reverso pragmático del gospel, música religiosa que se canta en las iglesias y que representa el camino recto. En la práctica, las diferencias musicales entre el blues y el gospel son mínimas, y aquellos que entonces acudían a misa por la mañana, ahogaban sus penas con licor clandestino y la endiablada melodía de una guitarra durante la noche. Sinners, la nueva película de Ryan Coogler, no trata sobre la leyenda de Robert Johnson, pero sí que reflexiona sobre esta dualidad, mientras enmarca su historia en el mismo cruce de caminos en el que al famoso músico se le apareció el diablo, allá por los años 30, en algún lugar del Delta del Misisipi, donde los trabajadores del algodón encontraban en la música blues una inigualable vía de escape para el yugo asfixiante de una realidad marcada por la segregación y la violencia del Ku Klux Klan.
Sin desvelar nada más de la trama, podemos afirmar que estamos ante una película de terror alucinante y alucinada
Ryan Coogler apenas ha dirigido 5 películas en los últimos 12 años, pero hoy en día es una figura clave en la historia del cine afroamericano. La leyenda cuenta que en algún momento de su vida vendió su alma a los estudios de Hollywood a cambio de convertirse en el director negro más exitoso de la década, con estrenos tan populares como Black Panther o Creed. Lo cierto es que Ryan Coogler no dirigía una película fuera de una franquicia desde su debut en 2013, con Fruitvale Station. Eso ha cambiado con Sinners, película en la que el director se ha volcado en cuerpo y alma hasta convertirla en su proyecto más personal, original y ambicioso. Para ello, vuelve a contar con sus inseparables hermanos de celuloide: el carismático Michael B. Jordan como protagonista por partida doble y su antiguo compañero de universidad y ganador de dos premios Óscar, Ludwig Göransson, como compositor. Ambos han colaborado en todas las películas anteriores del director. Por si fuera poco, Sinners ha sido rodada en formato IMAX con película de 70mm, convirtiendo a Autumm Durald Arkapaw en la primera directora de fotografía en lograrlo. El cine de género de antaño, rodado con la ambición técnica del presente.
En Sinners, Ryan Coogler se destapa como la versión “blaxploit” de John Carpenter, con Michael B. Jordan como su Kurt Russell particular, interpretando aquí a dos hermanos gemelos que vuelven a su hogar, el Delta del Misisipi, con la idea de montar un club nocturno. Su primo Sammie (ojo al debut de Miles Caton), hijo del predicador, se debate entre seguir el camino religioso de su padre o entonar la canción atemporal de sus antepasados esclavos. En una de las mejores secuencias de la película comprobaremos que Sammie posee un talento inusual para la guitarra, siendo capaz de invocar a las voces del presente y del futuro en una sesión musical que es puro éxtasis carnal y catarsis espiritual, y que, además de rememorar visualmente a aquella pintura de Ernie Barnes, también despierta el apetito de las almas errantes de los demonios que moran la noche eterna, ávidos de una experiencia que les recuerde lo que era estar vivos.
Sin desvelar nada más de la trama, podemos afirmar que estamos ante una película de terror alucinante y alucinada, que conjuga géneros y referencias con el poder esotérico de la música blues para crear algo realmente original. La mezcla perfecta entre el entretenimiento de alto nivel, la socarronería del cine de explotación y de serie B, y el discurso político-social de un autor que tiene entre ceja y ceja mostrar la injusticia racial que recorre toda la historia de los Estados Unidos.
Una experiencia cinematográfica bestial que aprovecha al máximo el sonido Dolby Atmos y la calidad de proyección de los cines Artesiete Bahía Platinum.