En el artículo anterior tratábamos de los ingresos económicos y de los inmuebles que posee la Iglesia a través de las inmatriculaciones de bienes ajenos, muchos de ellos de dudosa procedencia. Pero la Iglesia no solo se sustenta de estas aportaciones económicas, también de propiedades no inmobiliarias. Se trata de la venta de las entradas a museos eclesiásticos, valor de las obras de arte, donaciones de particulares, tesoros, libros antiguos, joyas, artefactos religiosos, derechos de propiedad intelectual (como derechos de autor), derechos sobre el uso de recursos naturales, o derechos sobre el uso de bienes de terceros. También tiene ingresos muy sustanciosos con su patrimonio, que puede incluir inversiones financieras, cuentas bancarias y otros activos financieros, etc..., incluyendo templos, edificios religiosos, escuelas, universidades y otros inmuebles. Los ingresos de alquiler de estos inmuebles, junto con las rentas derivadas de otras actividades inmobiliarias, representan una parte significativa de su financiación.
En 2022, la Conferencia Episcopal declaró unos ingresos de 120 millones de euros y un patrimonio de más de 100.000 inmuebles en todo el país (la mayoría de ellos inmatriculados), además de 712 monasterios y 11.421 parroquias repartidas por toda la geografía española, lo que supone un patrimonio de indudable valor. Para mejor comprensión, vean como están construidas las iglesias. El pueblo o aldea más pequeña posee como mejor edificio la iglesia, edificada normalmente por la donación y ayuda de los parroquianos. Y mientras las casas de éstos eran chozas y refugios, el cura tenía la mejor vivienda construida de piedra, con alguna que otra obra de arte y el cepillo siempre dispuesto a donaciones adineradas libre de impuestos. Quien mejor comía era el cura. Y los hortelanos les llevaban el mejor pollo, el mejor conejo y las mejores verduras, mientras ellos pasaban hambre. La recompensa: los curas les decían que con las donaciones ganarían el cielo.
También existe el Óbolo de San Pedro, que consiste en donaciones voluntarias realizadas por creyentes de todo el mundo. Estas donaciones se destinan a obras sociales y al mantenimiento de las actividades del Vaticano, del turismo y de los museos que atraen cada año a millones de personas. Entre ellos se encuentran el Museo Vaticano y la Capilla Sixtina -por verla más de 23.000 personas al día, pagan 20 euros por unidad, calculen-, además de la venta de sellos y monedas conmemorativas. Y lo más controvertido, las actividades de sus instituciones financieras, el Instituto para las Obras de Religión (IOR), más conocido como Banco del Vaticano, que gestiona importantes activos financieros. El Vaticano también posee una de las mayores colecciones artísticas y culturales del mundo. Sin embargo, estos activos se consideran intangibles y no están disponibles para la venta o uso comercial.
La Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (Apsa) cuenta con propiedades en Gran Bretaña, Francia y Suiza, además de Italia, principal país inversor, especialmente Roma, con el 92 por ciento de las unidades inmobiliarias, que van desde edificios hasta oficinas, tiendas y restaurantes. El miembro más sobresaliente de esta lista de millonarios es Alemania. Allí reina la prosperidad gracias al kirchensteuer, el impuesto eclesiástico recaudado directamente de los miembros de las comunidades religiosas reconocidas por el Estado, como la Iglesia Católica, y se corresponde a un porcentaje de la renta imponible del ciudadano, que varía entre el 8 y el 9 por ciento según el estado federado.
La Iglesia, en Estados Unidos, otro de los países que más aportaciones realiza al Vaticano, no se queda atrás. Allí posee un vasto patrimonio, que incluye universidades de renombre como Notre Dame en Indiana, con ingresos de 1.760 millones de dólares, y Georgetown, en Washington, con ingresos de 1.920 millones de dólares, además de hospitales y escuelas. Tales cifras son consistentes con el tamaño de los activos que sustentan una institución como la Iglesia Católica dotada de una maquinaria monumental, integrada por miles de empleados y religiosos repartidos por el mundo, universidades, museos, hospitales y cientos de obras de caridad, entre otros.
En una entrevista con el director del periódico Corriere della Sera, Ferruccio de Tortolito, en 2014, el Papa Francisco argumentó que el problema no es tanto el tamaño de esta fortuna, sino la falta de transparencia que la rodea. Al ser preguntado sobre la riqueza y los excesos de la Iglesia, Francisco dijo: “Jesús dice que no se puede servir a dos señores: Dios y las riquezas. Y cuando seamos juzgados en el juicio final, nuestra cercanía a la pobreza contará. La pobreza nos aleja de la idolatría y nos abre las puertas a la Providencia". Y concluyó: “El dinero es siempre un traidor”. Poca gente conoce las riquezas de la Iglesia, pues son muchos los países de donde se sustenta esta institución, entre ellos España. En la campaña de la Renta 2024, la Iglesia Católica recaudó 382,4 millones de euros, un aumento del 6,6 por ciento respecto al año anterior. Este ingreso proviene principalmente del 0,7 por ciento de los impuestos de los contribuyentes que asignan voluntariamente esta cantidad a la Iglesia en su declaración de la renta. "A Dios rogando y con el mazo dando".