Solamente le quita importancia al dinero aquel que lo posee, pero no el que lo necesita. Lo importante es la salud, dicen los “pensadores progresistas” que en el día de hoy se multiplican más que las plagas de mosquitos en las estaciones estivales. Claro que sí, no hay nada como estar bien física y psíquicamente, pero sin olvidar que la unión de falta de salud y pobreza, no es un infierno donde al menos el calor de la llama reconforta mientras no quema, sino el gélido helor de la miseria, que congela vida y sentimientos. El amor ya no es lo que la corriente romántica exponía acercándolo a lo sobrenatural. Quedan vestigios, pero pasan totalmente desapercibidos. Hoy la secuencia amor/desamor es como el recorrido de una bola de billar, que rueda muy viva y optimista durante un escaso tiempo sobre el verde paño de la esperanza para finalmente ir a caer en un oscuro hueco.
Hay que ser consciente. Querer tener las tres cosas, salud, dinero y amor es pura utopía en un exagerado porcentaje de los casos. Renunciar a tenerlos es poner límites a nuestros sueños y los sueños están para cumplirse, no para relatarlos. Esta es la grandeza de la vida, la incertidumbre, el caminar por sendas, sin límites horarios que nos indiquen que ya es tarde, para conseguir alcanzar una meta. Parece que solo somos humanos, pero todos llevamos algo divino dentro de nuestra cavidad cardiaca, aunque las circunstancias obran como el “garrote vil” aprisionando “la garganta de la vida” e impidiendo respirar el aroma sublime del continuado enamoramiento y entrega que es preciso para que la existencia escasa, corta, sienta que “amasamos el pan con el sudor de nuestra frente” gracias al triunfo de las tareas bien realizadas sobre el ocio y la pereza, que el “bajorrelieve” zángano de una sociedad cada vez más secularizada y aislada, intenta llevarnos a ser mascota de los animales.
El día a día es la vida de un pueblo, de su política. Su narración sin mácula de fraude, su historia. El engaño y la parcialidad su memoria patológica. Su secuencia el libertinaje. Su consecuencia, el delito. Su senda, la anarquía. Su apósito destructivo/curativo la represión penitenciaria. Su mártir la sociedad esclavizada por todos estos conceptos expuestos. Delinquir está -diríamos - tan de moda que ya nos parece una cualidad más del ser humano, mala, pero cualidad. Cuando era norma de exagerado cumplimiento la privación de libertad de aquellos que cometían actos delictivos, la reclusión se acompañaba de acciones más o menos cruentas sobre la integridad física y psíquica de estas personas que seguían formando parte del género humano y como tal debían ser tratados. Es cuando aparece el sabio lema de “odia al delito y compadece al delincuente” qué si bien no fue la única, ni la primera persona, si es cierto que la escritora Concepción Arenal abrió una puerta a la idea de hacer comprender, primero, que el delito tiene que ser condenado, pero la persona que lo comete es un ser humano y debe tratarse con compasión y comprensión, buscando su rehabilitación y reinserción social y - aunque nos cueste, según la magnitud del delito cometido - respetando sus derechos como persona. Esta tiene que ser la finalidad de los centros penitenciarios.
Desgraciadamente no sabemos qué tipo de “bicho” le ha picado a este siglo, qué veneno le ha inoculado, sobre todo en lo referente a nuestro país. No levanta cabeza. Nos ha invadido el delito y la corrupción. Se han agotado los valores propios de las personas, de la sociedad, de las instituciones y de los gobiernos, pero no por utilizarlos, sino por despreciarlos, forma de actuar de la “ignorancia invencible” que crece exponencialmente. Cada día nos levantamos con la suspicacia de ánimo, de que algún nuevo noticiero nos dará a conocer irregularidades cometidas ante la Constitución o el Código Penal. Se hará lo posible para que las causas de estos abusos o fracasos queden en “comisiones” que a nada conducen y que la sociedad - como le ocurrió a Grecia cuando la arrasaron los Godos, que les pareció muy útil y reflexivo dejarles las bibliotecas para que, distraídos en el saber, se hiciesen sedentarios y ociosos, pero no guerreros - siga creyendo que lo importante es que se haga, sedentaria, ociosa y consumista de la Telebasura que no cesa.
Salud, dinero y amor. Sin salud somos decrépitos, sin amor botarates, sin dinero un bulto sospechoso. Pero Napoleón se equivocó y le costó la derrota, el menospreciar a los españoles y los que ostentan todo tipo de poderes en la actualidad que sepan que esta sociedad que creen está compuesta por “tontos de salón” fue y volverá a ser la España de la rabia y de la idea. Contamos para ello con las mejores armas que van desde la responsabilidad hasta la ética y con nuestro mejor misil “la papeleta del voto” soltada desde el cañón de la conciencia de todo aquel que cree que es posible en una nación bien gobernada, tener salud envidiable, dinero suficiente y amor perdurable.