Como viene sucediendo en los últimos años, cuando llegan las fechas de los exámenes de la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad), antes EBAU y, como se le conoce desde hace años, la Selectividad, los estudiantes, y mucho más sus familiares, que han de hacer esta prueba, se muestran nerviosos y alterados, casi al borde del ataque y todo lo que ustedes quieran.
El temor se adueña de todos hasta que, dentro de unos días, se publiquen las calificaciones, cuyos resultados nos recuerdan a las elecciones a la búlgara pues el noventa y tanto por ciento han logrado superar dicha prueba y han conseguido el acceso a la Universidad. Por tanto, no es tan difícil. Aunque, entonces, surgirá otro problema, si la nota posibilita el matricularse en determinada Facultad o Escuela para realizar la carrera prevista por el examinando. Lógicamente, aquellas que tienen más demandas son las que piden las notas más altas y, en muchas ocasiones, también tienen un número clausus de admisión, por lo que los jóvenes sufren una tremenda decepción.
Este es el tema de conversación que, durante unos días, vamos a oír en todos los rincones. Y parece que la PAU sea algo insuperable cuando, en realidad, no hay tantas decepciones como nos parece encontrar en las conversaciones porque, al final casi todos encuentran solución a su problemática particular.
Hoy, el acceso a la Universidad es mucho más fácil y cómodo que en épocas anteriores. Por ejemplo, los estudiantes de mi generación tuvimos que hacer una prueba de ingreso en Bachillerato; a continuación cursar un Bachillerato de seis cursos, con dos reválida, obligatorias para continuar, tras el cuarto curso y el sexto. Y se llegaba al famoso Preuniversitario que se cursaba en el mismo Centro en el que se había hecho el Bachillerato. Quienes aprobaban tenían que ir a la Universidad a la que perteneciera -Sevilla para los onubenses- a realizar las pruebas de acceso que eran muy difíciles de superar y donde competías con estudiantes de todo el distrito universitario y que los exámenes eran valorados por profesores universitarios.
Ciertamente, aquellos exámenes sí eran difíciles, pero esos obstáculos estaban compensados con los tres días que te pasabas en Sevilla, viviendo en una pensión y buscando lo desconocido en muchos aspectos en nuestra Huelva.
Por aquellas pruebas no había tanto nerviosismo, estrés y demás que, en la actualidad, tienen nuestros estudiantes que, cuando acceden a la Universidad, no se encuentran como mi generación con un primer curso selectivo de tal manera que si no aprobaba todas las asignaturas no podía pasar a segundo de la carrera que se quería cursar. ¡Cuántos se vieron obligados a abandonar o modificar su proyecto universitario por no superar el Selectivo!
No voy a caer en la tentación de decir que aquello era más difícil. No, era diferente y con las mismas dificultades que el actual Acceso aunque, quizás, lo tomásemos con otra filosofía, con otra forma de ver las cosas y nos parecía una normalidad. No hay nada nuevo bajo el sol.