La reciente dimisión de los capataces Francisco José Gallardo Ortega y Manuel García Requejo al frente del paso de misterio de la Hermandad de la Paz no ha sorprendido a nadie. Más bien, ha confirmado lo que muchos hermanos venimos advirtiendo desde hace años: la sede en la Parroquia de San José -tan alejada del corazón de la ciudad- continúa siendo una losa demasiado pesada para una hermandad que, por más que lo intenta, no termina de asentarse ni encontrar estabilidad en lo logístico ni en lo humano.
Gallardo y García Requejo no son los primeros en abandonar el barco; antes que ellos lo hicieron capataces de sobrada experiencia como Manuel Jesús Peña, Gerardo Navarro o los hermanos Martín. Todos con un denominador común: no pudieron hacer viable lo inviable. No es cuestión de entrega ni de fe -que de eso han ido siempre sobrados-, sino de una realidad geográfica y física que se impone con crudeza cada Domingo de Ramos.
Y lo advertimos. Hace ya casi nueve años, durante el cabildo extraordinario en el que se aprobó el traslado a San José, planteé una pregunta que parecía menor pero que hoy se revela capital: ¿tiene la hermandad controlado el aspecto de la carga para ese día? La respuesta fue displicente: “Domingo de Ramos es solo un día al año; lo importante es el resto”. Casi una década después, ese único día se ha convertido en el mayor quebradero de cabeza para la hermandad, en su penitencia más dolorosa y en el reflejo de una decisión estratégica que sigue generando más dudas que certezas.
Lo que en teoría era una oportunidad para el crecimiento y la descentralización cofrade, en la práctica ha demostrado ser un obstáculo que condiciona toda la planificación anual. Ni los capataces más veteranos han logrado consolidar una cuadrilla estable. Ni siquiera quien probablemente sería el único capaz de asumir el reto —por su fuerza y liderazgo probado— puede hacerlo, porque ya está comprometido ese mismo día con otra cofradía de recorrido aún más extenso.
Y ahora, ¿qué? ¿Repetimos los errores o escuchamos, al fin, la voz de la experiencia? Algunos proponen un cambio en el modelo de carga, introduciendo el costal. Otros prefieren desandar lo andado, regresar al barrio del Carmen y reconquistar el mentidero, con recorridos más asumibles para las condiciones físicas del cargador gaditano. Pero lo cierto es que, a día de hoy, reina la incertidumbre. La junta de gobierno aún no ha comunicado ninguna decisión, y los hermanos seguimos esperando respuestas.
Es momento de humildad y de reflexión. Quizá sea hora de recordar aquel viejo refrán: “No desprecies los consejos de los sabios ni de los viejos”. Porque si aquellos capataces de prestigio, hace años, decidieron marcharse de San José... por algo sería.