Cuando los pantanos de Bornos y Arcos han dejado de desembalsar, el cauce del río Guadalete ha bajado de nivel, dejando una imagen dantesca: miles de toallitas atrapadas en la vegetación de ribera. Ello es consecuencia del negligente tratamiento que la sociedad realiza con las toallitas higiénicas de celulosa que, más allá de afear al paisaje, suponen una clara agresión contra el medio ambiente, pues se trata de un residuo que no se degrada y que puede permanecer casi un siglo en el medio ambiente. El simple hecho de arrojar por el inodoro una toallita multiplicado por gran parte de la población es, sencillamente, letal contra una naturaleza donde conviven cientos de especies vegetales y animales.
La patética aparición de toallitas en el río es consecuencia, además, del funcionamiento de determinados colectores de aguas residuales que todavía vierten sin pasar por la estación depuradora, situación en la que viene poniendo el acento diferentes organizaciones ecologistas. Además, el aumento de reservas de agua en los embalses de Bornos y Arcos ha provocado una mayor cantidad de este tipo de residuos procedentes de los municipios de la Sierra que se asoman al Guadalete junto con la propia población arcense.
Las toallitas y otros elementos plásticos arrojados indebidamente a la red de saneamiento (como bastoncillos, preservativos y compresas), además de producir atascos, se van desintegrando en micropartículas plásticas (microplásticos) y terminan directamente en los cauces, ríos y mares. Allí, las fibras plásticas de estas toallitas pueden tardar más de cien años en degradarse en fragmentos aún más pequeños.
Este medio ha sabido que la próxima edición del llamado ‘Flete al Guadalete’ que organiza la asociación local AMA Natura-Ecologistas en Acción, tendrá por objetivo realizar una profunda limpieza de las dichosas toallitas.