La respuesta es negativa. La mitad del crédito suministrado al sector privado durante los años de la expansión fue importado, procedió de los ahorros de los extranjeros. Con la crisis económico-financiera ese canal se ha cerrado y, en consecuencia, los flujos crediticios a la economía han sufrido un duro recorte. Por otra parte, el fuerte aumento de la deuda de los hogares y de las empresas en un escenario recesivo, como el actual, en pleno derrumbe del valor de los activos inmobiliarios y con un incremento rampante de la morosidad y del paro agudiza todavía más la restricción crediticia. Esa es la situación real.
A diferencia de lo que sucede en EEUU y en el Reino Unido, el Banco de España no tiene facultades para elevar la liquidez de la economía. Esa tarea está en manos del BCE en Frankfurt y es impensable que esa entidad aumente la oferta de crédito a la economía española en un volumen suficiente. Si, como es previsible, la recesión es larga y las condiciones financieras internacionales no mejoran, la contracción del crédito a los hogares y a las compañías, lejos de reducirse, aumentará. Ante ese panorama, los bancos tenderán a protegerse frente a una evolución de los acontecimientos que puede poner en peligro su solvencia. Así pues, no tengan esperanzas.