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Desde la Bahía

Agosto

Los amores estivales son intensos, como su temperatura, pero cortos como la duración de su estación

Publicado: 03/08/2025 ·
12:02
· Actualizado: 03/08/2025 · 12:02
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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La climatología frena a los juzgados. Descansan acusados y víctimas, abogados, fiscales y jueces. Los juzgados quedan silenciosos y ausentes de la monotonía de las querellas y las sentencias. Los parlamentos quedan libres de insultos, blasfemias, escenas ridículas con fondo de resentimientos inacabables, cruces de corrupciones y disposiciones legislativas creadas más para castigar al vecino opositor que para establecer un criterio justo, miran su desnudez arquitectónica y la consideran que debía de ser ocupada, el próximo curso, por sonidos procedentes de voces más autorizadas, mejor elegidas y con más saber y experiencia. Es una utopía inalcanzable.

El funcionariado está en su mayor porcentaje disfrutando de su mes de ociosidad, olvidando tantas voces venidas de fuera, impuestas por la elección de los ciudadanos del país, que se saltan a la torera la barrera de sus años de trabajo, estudio y experiencia para verse acorralados en el callejón de los obligados a aplaudir a quienes se han apoderado del ruedo del protagonismo, sin más muleta que el ordeno y mando.

Las carreteras están agotadas ante el peso de tanto vehículo y los coches como las personas pierden en la colectividad, las caravanas, sus rasgos distintivos y sus distintas cualidades y calidades, para pasar a ser todo ellos máquinas en movimiento, es decir se democratiza la industria del automóvil. Las ruedas al rozar con el hirviente suelo asfaltado le hacen recordar lo que debió ser el infierno, cuya existencia en la actualidad se niega.

Escuelas y aulas han ensordecido. El saber no cansa, pero se cansa, es como los pequeños cuya presencia nunca cansa, pero a lo largo del día acaban cansando a los que le cuidan. Sin el murmullo del alumnado, los centros docentes viven una forma de hibernación letárgica, producida por el calor solar falto del calor humano. Sin la voz docente ni la hibernación, ni el calor solar, ni el humano, se comprenderían.

Las puertas de los hospitales permanecen indiferentes a las variaciones climáticas. Ellas se abrieron en su día de inauguración y no han vuelto a cerrarse. Tampoco la enfermedad da días de asueto. Los hospitales precisan concordancia, benevolencia, entrega y respeto. La relación entre enfermo, médico y sanitarios en general, debe ser una fuente de amor y sabiduría donde el sonido del borboteo del agua, sea la muestra que indica que hay un mundo en movimiento y funcionamiento continuado, sin aspavientos, sin "mareas blancas" con secretos sombríos, de colores muy distintos. El acuerdo y la buena voluntad hacen posible que todos participen también del ocio.

Tanatorios, camposantos y mancomunados sólo notan la estación veraniega por el uso preciso del aire acondicionado, pero son la única señal inequívoca, de que hay una pausa, un asueto igualitario en tiempo y calidad, antes del inicio del misterio o la desolación, que la esperanza ha prometido sin presentar ninguna carta de ajuste que indique que se inicia otra vida.

El amplio y convexo horizonte playero se observa mejor desde el chiringuito, con el vaso de tinto mezclado con bebida con gas y el olor humeante de sardinas y caballas que el asado produce cuando contacta con su piel. Esa ley de vida unos dan su existencia para que otros puedan continuarla. Nos alimentamos de cadáveres. También los son los frutos y verduras cuando los separamos de su hábitat natural y su evolución. Hemos sido según la época carroñeros espirituales, guerreros, aventureros, sapientes o idealistas, pero siempre, de modo continuado, hemos sido "carroñeros gastronómicos". Sonroja este último aserto, pero el ser humano tiene la solución para evitar tal estado de ánimo, la metáfora y ella nos dice que la cocina es arte, el paladar exquisito, el hambre necesidad fisiológica, el alimento el sacrificio de una vida a favor de otra. La finalidad es subsistir por supremacía.

El ocio es el mejor entrante para una vida amorosa. Los amores estivales son intensos, como su temperatura, pero cortos como la duración de su estación. El calor hace fluir el volcán de las promesas, lava resbaladiza que acaba perdiendo su incandescencia, en el mar de la depresiva ansiedad que el "síndrome postvacacional" condiciona. Pero se han vivido días de enamoramiento, que han sido flores que tuvieron en su momento luz, color, brillo y gracia.

El amor hay que vivirlo siempre. Es un tiempo en que no se vive para el mundo sino para una criatura, sin vicios, ni virtudes, sin defectos ni afectos, solo encanto, atracción, caricia y entrega. El tiempo en que no somos personas, sino poesía. Pero es "luz de pilas" que pronto se gasta y de nuevo se vuelve al mundo de la "prosa mundana", donde la jauría domina casi por mayoría absoluta, todas las situaciones problemáticas y diarias.

Los abuelos solitarios buscan los bancos en sombra de las plazas. Su sol es el del ocaso. Su futuro una madrugada desconocida. Su alegría diaria, sus nietos. Su esperanza, seguir en la otra vida junto a la mujer que ha querido durante toda su vida. Su muro de contención, ante los procesos patológicos que aumentan con los años, una batería de comprimidos que los galenos con paciencia y conocimiento le han prescrito.

El aire lleva en sí, tanta y tan compleja mezcla de ondas sonoras, de tantos miles de años de existencia, que no se comprende como tiene sitio para la multitud de ellas que diariamente y por los avances técnicos se entrecruzan. Como no se harta de transmitir tantas controversias, tantas proposiciones fraudulentas. tanto engaño, tanta enjundia miserable y algún que otro oasis de sentimientos sublimes, no es de extrañar que algún día también la biosfera harta del comportamiento humano pida vacaciones con el deseo de emigrar como buen turista a otro planeta y dejarnos sin aire, con lo que reduciría la vida a minutos.

Sería entonces el momento de pensar en darle un mes agosto, en el que ocurre todo lo descrito, en una isla sosegada, sin luz que despierte los sentidos, de enorme quietud en sus mares, donde no haya más movimiento extraño que el que produce el viento de la mañana, donde el mejor diseño o vestido sea la piel expuesta al sol y la más sublime belleza la de la fémina que se ama. Sin síndromes de ningún tipo y sin sentirse ni envidiado ni envidioso, como Fray Luis de León proponía.

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