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Vejer

Vejer de la Gran Velada

Un antiguo epitafio dice: “Vejer de la gran velada, donde los vientos roncan y los santos crían barbas”, en alusión a la importancia de las fiestas de agosto

  • Vejer de la Gran Velada

Un antiguo epitafio dice: “Vejer de la gran velada, donde los vientos roncan y los santos crían barbas”, en alusión a la importancia de las fiestas de agosto en honor a Nuestra Señora de la Oliva y a otros fenómenos atmosféricos que aquí acontecen debido a la orografía característica de la situación estratégica que ocupa la localidad entre el mar y la campiña. Se inicia, como hemos dicho, dando énfasis a la velada en honor de la patrona de los vejeriegos, pues estas fechas señaladas en el calendario han sido y son, sin duda, el eje vertebrador de la idiosincrasia del pueblo, donde tradición, devoción, cultura, amistad, familia… se unen en concordancia para el disfrute de todos, vecinos y visitantes.

Para entender el origen de la velada patronal, hay que atender en primer lugar a la devoción que desde tiempo inmemorial ha suscitado en nuestra localidad y en poblaciones aledañas, la sagrada imagen de la Virgen de la Oliva, eje principal de lo narrado. En torno a 1340, tras la “Batalla del Salado”, se pacifica la comarca definitivamente, iniciándose un culto más firme en la ermita, momento en el que posiblemente se instituya la advocación de «la Oliva» como símbolo de la paz, dando así el nombre a Nuestra Patrona. Posteriormente, a inicios del s. XV, se erige un nuevo templo de estilo gótico, que fue derribado en el s. XVIII, para edificar la planta del templo actual. Desde entonces, el templo ha sido tutelado por la parroquia del Divino Salvador, bajo la administración de su Hermandad, quien costeaba para su cuidado un ermitaño o santero. La primera noticia de la existencia de la cofradía es la que nos proporciona el testamento de Leonor García en 1481, donde dice que es hermana de esta corporación y deja una limosna. Será en el s. XVI cuando la cofradía vaya tomando mayor fuerza, extendiéndose la devoción a Ntra. Sra. de la Oliva por toda la comarca. A finales del s. XVIII se realiza una refundación de la misma y en 1892, se reorganiza bajo unos nuevos estatutos.

Pues bien, Desde el s. XVI hasta finales del s. XVIII, la romería se efectuaba el 15 de agosto desde Vejer hasta la Oliva. Los vecinos bajaban a la ermita por la mañana y asistían a la función religiosa solemne dedicada a la Virgen. Asistían los clérigos de la parroquia y los frailes de los conventos, de la Merced y San Francisco, que porfiaban por predicar en una fiesta tan solemne. En algunas ocasiones llegaron a acudir al santuario personajes eclesiásticos de mayor nivel, dejando incluso poesías escritas ad hoc a la reina de los vejeriegos, como el caso del obispo gaditano Fray Tomás del Valle a finales del siglo XVIII.

En épocas de rogativas por sequías, malas cosechas o epidemias, la imagen de la Virgen subía al pueblo para realizar en la parroquia una novena en su honor para el cese de dicho mal y posteriormente salía en procesión de alabanza por la localidad. Luego sería devuelta a su ermita, dependiendo del tiempo que tardaran los sucesos. Será a inicios del s. XIX cuando comienza la tradición de traer en romería a la Virgen a Vejer anualmente los 10 de agosto y retornarla en romería el 24 del mismo mes, tradición que perdura en la actualidad. Es posible que se debiera a las constantes subidas de la patrona hasta el pueblo a comienzos de este siglo, pues se suceden varios episodios de epidemias y conflictos bélicos muy seguidos y por tanto los vecinos habían tenido bastante tiempo a la Virgen con ellos, que estiman la posibilidad de realizar la subida de manera anual. Testimonio de ello es el grabado decimonónico que costeó el matrimonio compuesto por Leonor María de Luna y Francisco Jiménez Bocanegra de Gil, Teniente Coronel y Capitán del Regimiento de Infantería de Saboya, donde se ve como el pueblo portaba a la Virgen en las andas y palio que aún hoy conserva para los traslados.

En los años 90 del pasado siglo, el investigador Rafael Vite Fernández intentó dar respuesta a la incógnita de por qué se eligieron los días 10 y 24 del mes de agosto para la subida y bajada de la imagen y apuntó la posibilidad de que fuera en honor del clérigo Lorenzo Patiño, quien costeó su efigie en 1596, y de Bartolomé de Amaya, noble vejeriego implicado en la reconquista de estas tierras, al celebrarse el día 10 la festividad de San Lorenzo y el 24 la de San Bartolomé. A día de hoy es una de las posibilidades plausibles, pero no sabemos con certeza su realidad.

Durante esta estancia de la Santísima Virgen en la localidad, el pueblo celebra una Gran Velada en su honor, además de celebrar los correspondientes cultos religiosos. Previamente, el día 9 de agosto, tras el toque de ánimas, se efectúa el repique que anuncia la llegada de la Señora al día siguiente. Un texto de los años 40 del siglo pasado, fruto de un concurso de redacciones promovido por la antigua jefatura local de Falange, decía así sobre ello:

«Ya suenan las campanas en lo alto de la torre. La Plazuela y la calle Alta, la Corredera y la Hoya, Los Remedios y la Cantera se estremecen escuchando los gritos jubilosos de las campanas que anuncian en estas vísperas que la Virgen llegará mañana… Porque es en la noche del 9 de agosto, después del toque de ánimas, cuando las campanas de la torre se vuelven locas. Son los repiques característicos, inconfundibles, que ahora mismo estoy escuchando en el tumulto de mis recuerdos… “Cuarterón” el campanero, ha estado yendo y viniendo, nervioso, a la espera del toque de ánimas. Cuarterón es el novio de las campanas. Y se “duerme en la suerte”. Él no vive sino para las campanas. Hoy Cuarterón no se enfada porque los chiquillos le canten: “Cuarterón, Cuarterón, media libra de jabón”. Cuarterón está nervioso. Muchas riñas le ha echado el Padre Ángel, por sus largos repiques que no sabe terminar. Buen cliente, Cuarterón, en la venta de analgésicos. Álvarez lo sabe. Y Sánchez Ramón mira a la torre indignado. Es mucho campanero este Cuarterón. Pero esta noche el Padre Ángel no le reñirá. Cuarterón va a repicar a su gusto. Y a gusto del Padre Ángel que sonríe satisfecho. Sentado a la mesa, durante la cena, oirá los repiques interminables de Cuarterón y su memoria, su prodigiosa memoria, cargada de nostalgia, evocará los años que él lleva en Vejer, escuchando los repiques que anuncian que la Virgen llegará mañana. Treinta y dos años escuchando el mismo repique, a la misma hora, al toque de ánimas de la víspera del día que viene la Virgen.»

Una vez en la parroquia, entronizada en el altar que su hermandad erige en su honor, ideado a inicios del s. XX por Antonio Muñoz Guzmán, comienzan los cultos religiosos, donde destaca el rezo de la novena, oraciones que se remontan a finales del s. XIX, al igual que el himno que le dedican todos sus hijos, posibles obras del poeta y abogado Antonio Castrillón Pareja.En la festividad de la Asunción, día 15 de agosto, día más grande para los vejeriegos, tiene lugar la función principal, ante el magno altar donde se venera a su imagen en la Parroquia del Divino Salvador, a la que asisten todas las autoridades locales, religiosas, civiles y militares. Esa misma tarde, el pueblo saca en procesión a su patrona, entre volteo de campanas, sones musicales y aroma de nardos, sobre un excelso trono de plata, luciendo la Señora y todos los asistentes, sus mejores galas. Este paso de plata, obra del orfebre sevillano  Emilio García Armenta, fue obsequio del pueblo de Vejer en 1961, usando para su fundición diversos objetos de plata donados por los feligreses. El manto de terciopelo verde oliva, ricamente bordado en oro, es obra del bordador sevillano Guillermo Carrasquilla Rodríguez, de 1951. Pieza también a destacar es la regia corona de oro y piedras preciosas que porta sobre sus sienes la imagen de la Virgen y el Niño Jesús, realizada también por el orfebre Armenta en 1967, fundiendo numerosas alhajas de oro del ajuar de la patrona.

El día 24 marca el final de la velada, es el día más triste para todos y la efigie de nuestra Excelsa Patrona vuelve a su casa, a su paraje de La Oliva. Sus fieles la despiden en San Miguel con lágrimas en los ojos, ¿quién te verá el año que viene?, es la pregunta que los más ancianos le hacen con la mirada. Son unos días de gran intensidad, el Excelentísimo Ayuntamiento ha organizado en su honor espectáculos y bailes, conciertos y actos culturales, todo es alboroto y alegría en torno a Ella. La Virgen se va y deja atrás la paz de un pueblo que ha festejado con rezos, abrazos, canciones y verbenas, que la tiene y respeta como Madre de todos por igual. Terminan las fiestas, a esperar que vuelva a venir la Virgen el año que viene.

 

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