Hambre en el siglo XXI

Publicado: 27/07/2025
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

VISITAR BLOG
El que paga por pecar, es decir, el que abiertamente se define y acepta ser el culpable de la pérdida de vida de otros, merece la ley del Talión
Por lo estudiado y conocido hasta el mismo día de hoy, puede decirse que la tierra, nuestro planeta, es el supermercado del universo. Cultivo y venta de alimentos orgánicos ni se han visto, ni se conocen en todo lo hasta ahora descubierto en el “cosmos” por la inteligencia de la mujer y hombre. Hay razones en el ser humano para considerarse importante y distinto a todo lo conocido y también para pensar en su perdurabilidad, aunque la muerte parezca negarlo y es posible que llevemos algo divino dentro de nosotros, que es otra forma de vida de la que no conocemos sus entresijos, lo que no es óbice para negarla.

Somos muy complejos psíquica y estructuralmente y parece que fue muy entretenida nuestra construcción, por la serie de tejidos, órganos, aparatos y sistemas de que disponemos y uno de ellos “el aparato digestivo” es el máximo responsable de las relaciones de todo tipo y sus alteraciones, tanto n el mundo animal como en el  socioeconómico y cultural humano que nos ha tocado vivir, porque el negocio y el existir está en la disponibilidad y posibilidad de poseer alimentos.

Por favor decidme, ¿si no existiese el hambre, si no tuviéramos necesidad de nutrirnos, que porcentaje de controversias dialogadas, combativas o trágicas se hubieran evitado o no hubieran existido nunca?  Obviada la nutrición, crecimiento y reproducción serían los objetivos más próximos y agradables.

Sin la necesidad de tener que comer para poder vivir, la mirada, la acción de mirar en el reino animal, primera comunicación entre los seres vivos, transmitida a través de la vista, habría cambiado su guía de intenciones y emociones y hubiera eliminado del mundo íntimo, interior, de estos seres vivos aquellas acciones que sin necesidad de sonido, llevan impresas la idea de caza, presa, jauría, carroña y muerte de unos, en beneficio de otros.

Cuando en la actualidad se conversa sobre las relaciones entre el ser humano y el mundo animal y entre animal y animal, hay que tener presente de lo que se dispone y de lo que puede realizarse, porque los recursos son invariables en especie y limitados en número y aquí y ahora todos precisamos comer y no hay mas platos que los que ofrecen, animales (de mar y tierra), plantas, hongos, protozoarios o bacterias. Es la ley de la selva o de la naturaleza, que al igual que la Ley del Talión sigue evolucionando día a día, pero el alimento no tiene sucedáneos, no se puede pagar con propiedades, sino con especies.

Estas curiosidades no están exentas de tintes absurdos, tampoco están faltas de realidad. Comer es una necesidad apremiante. El dolor de hambre fue el primer síntoma álgico del ser humano. El puede llevarnos al canibalismo, como se ha podido demostrar en repetidas ocasiones. Sin alimento no pidáis razonamiento al ser humano. No hablar de creencias o ideales a estómagos vacíos. Pero sobre todo no cometer el crimen de dejar morir de hambre a inocentes y más si sus edades son las reducidas de la infancia. Cuando las circunstancias de la vida degeneran en crueles problemas, el encogerse de hombros o mirar hacia otro lado es crimen de posición, de situación, de pereza, de cobardía y piedra guardada en la mano que nunca lapidarán a los tiranos que continuaran lanzando en parlamentos, salas de congresos o plazas de la ciudad, discursos que la clientela aborregada aplaude con tantos énfasis, como ignorancia.

El que paga por pecar, es decir, el que abiertamente se define y acepta ser el culpable de la pérdida de vida de otros, merece la ley del Talión, sin la excusa de la pérdida prolongada de libertad, sino con la pérdida de su existencia, pero la pena de muerte nunca será solución sino abono a la crueldad del castigo y evitarla dignifica las acciones humanas.

Por centenares se cuentan ya, los inocentes que mueren de hambre diariamente en Gaza o Ucrania, como calaveras andantes y con escasa edad un porcentaje muy severo, mientras en los restaurantes de diversos números de tenedores o en buffet de hoteles de lujo, los camareros retiran platos repletos de alimentos que la gula humana, desorbitada, no ha sido capaz de ingerir. Y no solo ocurre en los lugares públicos, también en los privados, Todos estos comensales saben muy bien lo que comen y cómo o quién lo paga. Preguntarle al inocente que muere de hambre en hogar, plaza o trinchera por qué se ha llegado a esta situación, por qué tiene que ser él quien pague las consecuencias y, sobre todo, por qué se admiten como hechos de guerra lo que son crímenes vergonzantes e inhumanos. No encontraría nunca respuesta, porque los mártires citados la desconocen. Contado no parece tan terrible, pero el conocer que muchas de estas muertes han sido en lucha por conseguir alimentos hiela los sentimientos más rocosos.

Los que disfrutamos en una cena navideña al vernos unidos con nuestros familiares más directos o en cualquier otro evento que trae felicidad a los hogares y a las uniones entre personas, sin más poder que el de votar cuando nos lo indican, ¿qué podemos hacer? Solamente lo que está en nuestra mano de individuo pacífico, mostrar nuestra airada réplica a lo que está aconteciendo y saber cuándo tenemos la posibilidad de elegir, el modo de librarnos de tantos narcisistas soberbios, sin calidad, experiencia o conocimiento, embusteros, parlanchines y sátrapas, que venden su alma por mantener su cuerpo sentado en la silla del poder y arrasan y pisan todo lo que emerge, al par que esconden todas las riquezas adquiridas de la forma más corrupta. Despreciarlos y enviarlos a todos los que mantienen estás guerras y a los simpatizantes de los mismos a una isla más allá de los océanos, donde la higuera capaz de crecer entre rocas se niegue a emigrar, sería su destino ideal, no a cárceles con pistas de pádel y supermercado. No obstante, le llevaríamos comida a diario porque no hay ser vivo que merezca morir porque su aparato digestivo ha quedado huérfano de alimento.

 

© Copyright 2025 Andalucía Información