Ismael Serrano abre hoy, a las 22.00 horas, el ciclo musical del Baluarte de la Candelaria con un concierto en el que solo su voz y una guitarra son protagonistas. Cita imprescindible para disfrutar del genuino cantautor.
Hace un alto en el camino en su gira sinfónica para tomar la guitarra.
–La gira sinfónica es muy exigente. Este paréntesis sirve para repasar las canciones como fueron concebidas y reencontrarme con el viejo oficio del cantautor canónico. Me hace mucha ilusión.
¿Se siente más cómodo solo con la guitarra?
–Es diferente, te obliga a hacer balance de todo lo que has aprendido y comprobar que no has perdido el oficio.
¿Qué ha aprendido en 30 años de carrera?
–Me tomo menos en serio, he pecado de solemne; ahora analizo las canciones desde otra perspectiva, y veo que, musicalmente a veces, lo sencillo comunica más. Los cantautores tenemos un complejo de demostrar que tenemos capacidad para componer, capacidad intelectual, pero lo tomo con más ligereza. La música solo exige honestidad.
El espectáculo manda como nunca...
–La cultura del espectáculo nos, festivales como verbenas, y el algoritmo nos penalizan.
Pero persevera con canciones con imágenes, largas...
–No sé hacer otra cosa, no tiene mérito. De hecho, mis canciones preferidas son las menos radiables, Recuerdo, Ven, Ahora que te encuentro, Estaré ahí...
En sus conciertos suele haber mensaje político, ¿hoy, también?
–Lo dejo a la improvisación.
Dijo que la gente de izquierdas está predispuesta a la decepción...
–El pesimismo es una herramienta política de la que hay que rehuir, se usa para desmovilizar; no vivo en un mundo de fantasía, pero reivindico la posibilidad de hacerlo mejor.
¿Qué da más disgustos, la política o el amor?
–La política; el amor, y hasta el desamor, es más saludable.
