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Jethro Tull inaugura el Tío Pepe Festival: the minstrel in the winery

La banda de Ian Anderson, que celebra su 78 cumpleaños en un mes, reivindica su inagotable trayectoria de la mano de su poderío instrumental en escena

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Jethro Tull en directo en el Tío Pepe Festival

Jethro Tull en directo en el Tío Pepe Festival

Este año se cumplen 50 años de la publicación de The Minstrel in the Gallery, el octavo álbum de estudio de Jethro Tull, y uno de los más completos y memorables de su discografía. Para entonces, la banda de Ian Anderson estaba plenamente consagrada y había ejercido una influencia decisiva dentro del panorama musical que había hecho la transición de los 60 a los 70 con enfoques valientes y atrevidos en los que primaba el talento compositivo, pero también el virtuosismo instrumental de sus componentes.

Este sábado actuaron en Jerez inaugurando la nueva edición del Tío Pepe Festival, aunque entre los temas seleccionados no figuraba ninguno de los del mítico trabajo de 1975. Pese a esa notable ausencia, el repertorio elegido por Anderson fue un constante viaje en el tiempo, del pasado al presente, de su primer disco, This was (1968) al más reciente, publicado el pasado marzo, Curious ruminant, convirtiendo el concierto en una manifiesta reivindicación de la inagotable trayectoria del grupo, de la mano de su poderío instrumental en escena -casi dos horas de directo, con una pausa de 15 minutos para que repusieran fuerzas, aunque uno piensa sobre todo en el carismático líder, que el próximo agosto cumplirá 78 años, y que llegó exigente a la Bodega Las Copas, solicitando que no se le hicieran fotos ni vídeos durante toda la actuación ,a excepción del bis final.

Acompañado por los músicos habituales de sus giras recientes -David Goodier al bajo, John O´hara a los reclados y Scott Hammond a la batería, los tres de Bristol-. más el guitarrista de Manchester Jack Clark, que se ha incorporado coincidiendo con la grabación del nuevo disco, Jethro Tull abrió la noche con tres de los temas del álbum de debut del grupo -57 años a sus espaldas-: Beggar's Farm, Some Day the Sun Won't Shine for You -donde prevalece el marcado acento blues del disco, abandonado en los posteriores- y A Song for Jeffrey, presentado desde la pantalla por el antiguo bajista Jeffrey Hammond. A partir de ahí, Anderson, que vestía chaleco y pantalón negros, camiseta oscura y pañuelo atado al cuello, elevó la apuesta con una versión reducida de Thick as a brick. 

A partir de ahí prosiguió por la década de los 70 con temas como Mother goose (Aqualund) Weathercock (Heavy horses) y Songs from the wood, antes de adentrarse en temas de sus tres discos más recientes, publicados entre 2022 y 2025. De ahí formaban parte The navigators, Curious ruminant y The Zealot Gene. Antes del descanso regresó de nuevo a finales de los 60 con su reinterpretación del clásico Bourée, en el que volvió a poner de manifiesto que, si bien la voz no llega a los tonos de los que hizo gala cuando era algo más joven, con la flauta travesera resulta imbatible, es pura magia sobre el escenario y la mejor prueba de que el destello de la banda sigue tan poderoso como siempre.

Tras el descanso regresó con otro sensacional tema instrumental, The donkey and the drum, para volver de nuevo a su último trabajo, aprovechando la actualidad, con Over Jerusalem, y adentrarse en el único tema ochentero de la noche, Budapest, que elevó la emoción del público antes de dar el salto a uno de los grandes clásicos en formato reinventado, Aqualund, a partir de una brillante revisitación a su partitura.

Con el clasico del 71 se despidió antes de pasar a la despedida -ya se podían hacer fotos y vídeos-, para la que eligió otro tema del mismo álbum, Locomotive breath, que puso el colofón a una noche plagada de canciones que marcaron y definieron una época y por las que parece no haber pasado el tiempo.

Por otro lado, como en otros conciertos de Jethro Tull, uno se va con cierta sensación de ausencia: su repertorio es tan inmenso y hay tantas canciones que a uno le gustaría corear y que se han quedado fuera de la selección de su líder, que echas en falta algo más, pese a la poderosa propuesta sobre el escenario. Aunque en este caso, más que las ganas de haber escuchado en directo Skating away, prevalece la propia dimensión del paso del tiempo. En algunos momentos del directo, la pantalla de fondo recuperaba imágenes del líder de la banda con 50 años menos. No creo que se trate de un ejercicio de nostalgia, pero sí establece un contraste interesante, el que nos lleva a sentirnos partícipes desde este presente de lo creado en un pasado glorioso por un grupo irreductible.

Eso sí, Anderson ya no se pone las mallas después del descanso para enfervorizar aún más a sus seguidores, aunque mantiene las fuerzas suficientes como para tocar la flauta sostenido sobre una sola pierna, a semejanza de su icónica estampa de hace medio siglo.

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