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Andalucía

Cifras y letras

Para el español medio el asunto de la corrupción política no es el tema que más importe, esa es la realidad porque, por desgracia, tiene callo en la materia

Publicado: 11/07/2025 ·
09:12
· Actualizado: 11/07/2025 · 09:12
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  • El jardín de Bomarzo.

Sólo hay una manera de saber si un hombre es honesto. Se lo pregunta. Y si responde que sí, ya sabe que es corrupto”Groucho Marx.

El PSOE en general y el andaluz en particular andan estos días como el niño perdido en el laberinto de El Resplandor que corre temeroso a que Nicholson cara de loco y su hacha les coja en el siguiente cruce y acabose lo que se daba. Porque no habría más capítulos analíticos en el manual de resistencia y solo la indefinición y frialdad de este PP pulpo a la gallega otorga cierto margen, escaso, a una continuidad del Gobierno solo sustentada por el interés de los partidos que sostienen a Sánchez. Veremos la capacidad de aguante. Cada día representa un sinvivir ante la posibilidad de otra portada donde la infamia de la gestión pública quede retratada, de matices o audios nuevos extraídos de los informes de la UCO, de pucherazos en los procesos electorales orgánicos, de cualquier cosa que manche y de la cual ya no se pueda salir, si es que de lo actual cabe vía de escape posible. Como dice el refrán, para salir del hoyo hay que dejar de cavar.

El entretenimiento de estos días se centra en determinar hasta qué punto la trama corrupta intervino o fue determinante en las primarias del 2021 en las que Juan Espadas ganó a Susana Díaz como si realmente a alguien, más allá de los afectados, les importe el asunto, son procesos políticos internos de los partidos y allá cada cual cómo se las apañe: de hecho, la mayoría de las otras formaciones no los tienen, determinan a dedo las líneas de sucesión para sus órganos de poder, el PSOE al menos se embadurna en un proceso aparentemente democrático en el que el militante elige a través de primarias a sus líderes. Y sabemos que esto es relativo, que el poder establecido marca claramente los liderazgos y que, también, se producen situaciones de afiliaciones masivas en agrupaciones pequeñas que terminan desestabilizando la balanza de manera incongruente. Pasó en el congreso por la secretaria provincial de Cádiz donde una de las agrupaciones más grandes de la provincia por filiación es la de San Roque, con un nivel de militancia extremo y por lo cual Ruiz Boix, que ha logrado convencer para afiliarse -entre otros muchos- a buena parte de la plantilla de limpieza de su localidad, ganó las primarias ante el alcalde de Rota, Javier Ruiz Arana. Es raro, pero es lícito. Que Ábalos y Sánchez manejaran para echar a Susana Díaz lo sabían todos los gatos que callejean por Triana, tanto como que en todos los procesos de primarias del PSOE unos y otros manejan jugando siempre con los límites legales internos para que gane el suyo. La cuestión es que eso al ciudadano de a pie no activo en el socialismo, e incluso al activo, le viene al fresco. Si el PSOE es feliz aparentando y creyéndose procesos orgánicos internos completamente democráticos, fenomenal. La felicidad es el objeto, el trayecto hacia ella lo de menos.

Para el español medio el asunto de la corrupción política no es el tema que más importe, esa es la realidad porque, por desgracia, tiene callo en la materia y por mucho que consuma días y días de primera noticia el asunto merma en este frenético diario en el que la noticia del siglo dura dos días. Lo triste es que no hay Gobierno que se salve de la corrupción y recordemos que tras la Gürtel, la policía patriota y otros casos -28 aún pendiente de juicio- el PP ganó en las últimas elecciones generales con un apoyo de más de 8 millones de votantes -el 33,06%-. En este sentido, validar la corrupción votando a un partido que ha sido salpicado por ella, sea PP o PSOE, es para hacérselo mirar porque al margen de la buena gestión pública lo innegociable que se le debe exigir a un gobernante es honestidad. Sin ella, lo demás es verborrea barata.   

A la gente, por lo demás, le importa su día a día y, por tanto, muchas cosas de las que no se hablan porque aquí solo se habla de corrupción, basura, el y tú más y toda la parafernalia que eleva audiencia en televisión y que, en general, en nada mejora la vida del paciente contribuyente, al que cada día las arcas del Estado más piden y menos dan. Lo último es esta previsión hecha pública hace unos días en el sentido de que los jóvenes de hoy deberán jubilarse a los 71 años, estos mismos jóvenes que no tienen acceso al trabajo ni a la vivienda y a los que les damos, de manera gratuita, estas perspectivas de vida tan desoladoras.

Tampoco son de interés noticias como la tasa de desempleo, que es la más baja de los últimos 17 años: salvo el periodo 2004-2007, la tasa actual es la más baja desde 1990. La renta media por habitante ha pasado de 8.956 euros en 2019 a 11.967 en 2024; el salario medio en 2019 era de 24.395 euros y en 2024 se situó en 31.698; la creación de empresas en mayo pasado -13.539- es la cifra más alta desde 2007; la inflación que en 2022 alcanzó un IPC del 10,78 por ciento en 2024, en enero de este año se ha situado en un 2,9. El tipo de interés bancario, que en enero de 2024 subió a un 5,56 por ciento, actualmente está en un 2,081, todos ellos datos que demuestran la evolución positiva de la situación económica de España. El propio Trump hace pocos días, cuando su enorme cabreo con Sánchez por la postura respecto a la inversión en defensa, dijo en rueda de prensa: “La economía española es buena (…) Lo están haciendo muy bien”. Y las noticias negativas, que las hay y muchas: la falta de coordinación entre las autonomías, que es facultad del Estado, en muchos aspectos de la vida diaria, la mayor caída el año pasado del PIB en Europa, el problema de la baja productividad a pesar de lo enorme inversión a través de fondos como los New Generation, el endeudamiento público abismal pese a la recaudación fiscal creciente y que ha aumentado durante la etapa de Sánchez y la no reducción del déficit pese a los compromisos con Europa, los resultados en enseñanza, el abusos de los decretos Ley, la carencia de transparencia real, la pésima imagen de corrupción que aleja la inversión extranjera…

La corrupción lo focaliza todo y es obvio e innegable que un Gobierno salpicado por ella y en el orden que sea debería perder -sin margen de error- la confianza de unos electores a los que, pese a todo, debería mover, por encima del show, de una ideología actualmente demacrada o del marketing escénico, el balance real sobre la gestión. Y que éste tuviera cifras y letras certificadas sin margen a la subjetividad, pero ese mundo idílico pierde el pulso ante el juego de la confusión. Y confundir renta.

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