Escribo este artículo a vuela pluma: son las cinco de la tarde y todavía no he comido. Y me gustan los almuerzos reposados. Como a Pedro Sánchez: “Donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible”. Sánchez: desde hace tiempo en el punto de mira de todos. La gran cacería, título del último y estremecedor monólogo teatral estrenado por Juan Mayorga. Lo dijo José María Aznar en el Congreso del PP: “Si negocias Presupuestos en una prisión, te asocias con presidiarios, y pactas amnistías con delincuentes, no te extrañe acabar en la cárcel, porque ese es tu ambiente”. Aznar siempre se comporta como si la Historia la hiciera él a golpe de fábula. Él, que pensó seriamente en nombrar sucesor a Rodrigo Rato, que acabó en la cárcel. Pero que se decidió por Mariano Rajoy, que estableció en la sede popular de la madrileña calle Génova el partido de ‘emepuntorajoy’, y perdió el Gobierno por una moción de censura tras una sentencia condenatoria contra el PP por financiación irregular. El bipartidismo en España, desgraciadamente, hace tiempo que quedó gravemente herido, y era una de las más brillantes y mejores herencias que dejó la Transición.
Sánchez depende, entre otras cosas, de los socios de Gobierno, que conforman una izquierda poblada pero difusa. Sánchez se desenvuelve ahora en la encrucijada, entre las presuntas mordidas de Santos Cerdán, los audios de Koldo, y la afición a las prostitutas de Ábalos. Sólo le faltaba lo acontecido horas antes de la celebración del Comité Federal: que se supiera públicamente que el sevillano Francisco Salazar tiene la bragueta desatada. Es la España del ‘Torrente’ de Santiago Segura, la que creíamos perdida ya en el tiempo, aparcada en un hueco cutre del pasado, cuando los hombres discutían en el tabernón con un palillo entre los dientes mientras se acomodaban con la mano derecha el paquete. Pero Salvador Illa, según el periodista Carlos E. Cué, salió durante el Comité en defensa de la gestión del Gobierno, de los datos económicos y de las medidas progresistas, y pidió al partido que lo reivindique. Mientras, Feijóo afirmó refiriéndose a Sánchez: “Yo no soy ni seré como él”. Efectivamente, nunca un líder del PP será como un líder del PSOE. Por eso la socialdemocracia sobrevive en España casi con un 30% en intención de voto en medio de una de las peores crisis de su historia, convertida en una isla de izquierdas en medio del terrible tsunami de derechas/extremas derechas/Trump que arrasa el mundo y los derechos humanos.