Decía Jean Jacques Rousseu que nadie debería ser tan rico como para poder comprar a otro, ni nadie tan pobre como para tener la necesidad de venderse. A todas luces, los últimos implicados en casos de corrupción no eran pobres, en absoluto, todo lo contrario, disfrutaban, y disfrutan, de un cuantioso patrimonio, por lo tanto la necesidad no ha sido el móvil de esta corruptela, por lo que me inclino por la sentencia del historiador y biógrafo griego Plutarco que dijo “La bebida apaga la sed, la comida satisface el hambre; pero el oro no apaga jamás la avaricia”.
Mucho se está hablando de los audios que acusan a Koldo, Ábalos y Cerdán, de corrupción, independientemente del tono utilizado en las conversaciones, el machismo lleno de testosterona, etc., demuestran que, si los socialistas implicados eran unos corruptos, la empresa ACCIONA es el corruptor. ACCIONA es una empresa multinacional dedicada a las infraestructuras y energías renovables, dirigida desde su fundación en 1997, por la familia Entrecanales, y cuenta entre sus accionistas al polémico fondo de inversión Blackrock y cotiza en el IBEX 35.
No hace falta investigar mucho para deducir que la mayor parte de su negocio se lleva a cabo a través de licitaciones públicas para la realización de obras e infraestructuras que son necesarias en los distintos países, para acceder a estas obras, al menos en España, es necesario presentarse a un concurso de licitación pública con otras empresas del sector. Utilizar métodos fraudulentos para conseguir contratos estatales, incluyendo el soborno de altos cargos políticos, pone en evidencia las debilidades del sistema, por lo que urge poner solución a estas prácticas propias de regímenes que se encuentran en las antípodas de un sistema democrático.
Castigar a los corruptos es tan necesario como castigar a los corruptores, impedir la presentación de empresas que han sido condenadas por corrupción a estas licitaciones es lo menos que debería legislarse para disuadir a otros de llevar a cabo las mismas prácticas. Por otro lado, decir que los licitadores de obra pública deben presentar varios pliegos (económico, técnico…) que son supervisados por funcionarios que dan el visto bueno a la documentación presentada, por lo que sospecho que no son únicamente los políticos los que han sucumbido al encanto del soborno.
Mientras estamos entretenidos con el circo que han montado, la profundidad del problema debe evitar banalizarse, ya que pone en cuestión toda la estructura de la que nos hemos dotado para construir el Estado de Derecho en el que vivimos. Si no se corrige a tiempo, puede que todo caiga como un castillo de naipes.
“La realidad verdadera no es nunca la más manifiesta” Claude Levi-Strauss