En las agrestes tierras del noroeste de Escocia, donde el viento golpea con la fuerza de siglos y las rocas parecen susurrar historias olvidadas, un equipo de científicos ha hecho un descubrimiento que
reescribe un capítulo entero del pasado de la Tierra. Un meteorito —de esos que cambian la vida, el paisaje y quizá la historia evolutiva misma—
no cayó hace 1.200 millones de años como se pensaba, sino mucho después: hace
solo 990 millones de años.
El hallazgo, publicado en la revista
Geology por investigadores de la Universidad de Curtin,
sacude los cimientos de la geología escocesa y lanza una nueva pregunta al aire: ¿pudo este impacto haber influido en el surgimiento de las primeras formas de vida compleja fuera del mar?
La clave para reconstruir este antiguo cataclismo no se encontró en grandes cráteres ni en fragmentos estelares esparcidos, sino en
cristales minúsculos de circón, algunos más delgados que un cabello humano. “Son como cápsulas del tiempo”, explica Chris Kirkland, geólogo y autor principal del estudio. Esos cristales, atrapados en una capa de roca conocida como
Stac Fada Member, conservan en su interior una firma única:
una alteración causada por presiones tan extremas que solo pueden deberse a un impacto cósmico. Algunos incluso dieron paso a la formación de
reidita, un mineral tan raro que solo aparece cuando el planeta sufre un golpe monumental.
El equipo logró lo que muchos creían imposible:
reiniciar el reloj atómico de estos cristales para saber exactamente cuándo ocurrió el impacto. Y la fecha cambió todo: 990 millones de años atrás. Una cifra que no solo reubica el evento en el tiempo, sino que
coincide con un momento clave en la evolución: el surgimiento de los primeros eucariotas de agua dulce,
los precursores de plantas, animales y hongos.
La coincidencia no pasó desapercibida. ¿Podría el impacto de este meteorito haber alterado las condiciones ambientales lo suficiente como para impulsar una nueva fase de la vida terrestre? “Es una pregunta fascinante”, reconoce Kirkland. Y aunque el cráter original sigue escondido en algún rincón de las Highlands —cubierto, quizá, por millones de años de erosión o enterrado bajo capas de historia—, el equipo ha reunido nuevas pistas que
acercan la posibilidad de encontrarlo.
Más allá del asombro geológico, este tipo de descubrimientos tienen implicaciones que
trascienden el pasado. Entender cuándo y cómo impactaron estos cuerpos celestes
nos permite explorar su papel como catalizadores del cambio evolutivo, como si el destino de la vida misma se escribiera no solo en los genes, sino también en las cicatrices que deja el cielo cuando cae sobre nosotros.