Treinta y cinco años después de que Tony Scott nos acelerara las pulsaciones con la cinética testosterónica de Days of Thunder (1990), la historia parece repetirse de nuevo. Joseph Kosinski cambia la emoción de las carreras de la NASCAR por la trepidante tensión de la Fórmula 1, y los ecos del pasado resuenan con fuerza: ambos directores pasaron de los cazas de combate de Top Gun a los coches de carreras; ambas películas han sido producidas por Jerry Bruckheimer; ambas cuentan con una estrella de Hollywood (quizás Tom Cruise y Brad Pitt sean las últimas que quedan) como absoluto protagonista; y las dos películas cuentan con la genial música de Hans Zimmer. Joseph Kosinski parece ser consciente, o al menos así lo demostró con la magnífica Top Gun: Maverick (2022), de que para replicar un éxito cinematográfico no basta con repetir ingredientes. Resulta curioso que tanto él como Tony Scott se iniciaran en la dirección de vídeos musicales. Quizá Kosinski no tenga el estilazo de Scott, pero sí ha demostrado ser un narrador dispuesto a estar a la altura del legado cinematográfico que intenta reconstruir: el de un cine que llene las salas, que apele a la capacidad de sorpresa del público, que ofrezca un espectáculo sensorial incomparable al de otras ofertas culturales, y que también sirva como vía de escape. Durante un instante, F1, la nueva película de Joseph Kosinski, consigue todo esto. Y se siente como volar.
Como si Sísifo, en lugar de empujar una pesada roca, condujese un coche de carreras
F1 es una gran película de carreras que, por supuesto, encandilará especialmente a aquellos amantes de la Fórmula 1. Kosinski no solo ha contado con el asesoramiento personal de Lewis Hamilton, productor de la película, también ha podido trabajar en estrecha colaboración con la FIA, lo que les ha permitido rodar durante algunos de los Grandes Premios de la temporada real de la competición, incluir a las escuderías, los pilotos, e incluso recrear algunos de los momentos más emocionantes vividos durante las carreras. El nivel de detalle y realismo que alcanza la película es tal que se siente por completo lo que es estar dentro de la competición, transmitiendo la adrenalina del momento y una constante tensión competitiva. Pero si F1 funciona realmente es por su condición de película espectáculo confeccionada a medida para el gran público, manteniendo en todo momento un equilibrio entre su narración con aromas de corte clásico y su estilo visual contemporáneo, que saca todo el partido posible a los avances técnicos más avanzados de la industria, consiguiendo planos de un vértigo imposible con cámaras montadas en los propios vehículos.
El protagonista de F1 es Sonny Hayes (Brad Pitt), un veterano piloto de carreras cuyo arquetipo heroico rememora, en esencia, al John Wayne de The Searchers (1956) o al Toshirô Mifune de Yojimbo (1961). Así, un amigo de su juventud, Ruben Cervantes (Javier Bardem), le ofrecerá la oportunidad de unirse a su escudería con la esperanza de conseguir una victoria antes del final de la temporada, a la que aún le restan nueve carreras. Allí establecerá una compleja relación con su compañero Joshua Pearce (Damson Idris), una versión más joven de él mismo que carece de su experiencia. La película explora temas de trascendencia universal como la redención, el trabajo en equipo, la búsqueda de identidad o la importancia del legado, pero llama especialmente la atención la elegancia y el misterio con la que se trata el impulso instintivo y vital que lleva a Hayes a seguir compitiendo a toda velocidad y al máximo nivel, a pesar de todo, en busca de ese preciso instante de lúcida paz que lo haga sentirse completa y momentáneamente libre, quizás de su pasado y el cúmulo de errores, vicios y sueños frustrados que arrastra. Como si Sísifo, en lugar de empujar una pesada roca, condujese un coche de carreras. Una apuesta imposible contra ese asfalto sin línea de meta definida que es el destino, con la esperanza puesta en acelerar hasta obrar el milagro.
Película de obligado visionado en cines, sobre todo para aquellos fanáticos de la Fórmula 1, que encontrarán en las salas de los cines Artesiete Bahía Platinum un sonido Dobly Atmos y una proyección láser 4K a la altura de la experiencia.