En el actual escenario de cambio climático e inestabilidad económica, las políticas agrarias están centrándose cada vez más en mejorar la capacidad de adaptación y resistencia de las explotaciones agrarias y no solo en fomentar su sostenibilidad. Esta capacidad, conocida como resiliencia, es en realidad altamente heterogénea por lo que, si las políticas públicas quieren ser efectivas, han de ser más específicas y centrarse en sus dos componentes: la estabilidad y la flexibilidad.
Esas son las conclusiones que se extraen del último estudio elaborado por la Universidad de Córdoba, cuyo Departamento de Economía Agraria, Finanzas y Contabilidad ha publicado en la revista ‘Environmental and Sustainability Indicators’.
De esta forma, mediante un novedoso marco teórico, el equipo formado por los investigadores Jaime Martín García, José A. Gómez Limón y Antonio Menor Campos ha comprobado que las explotaciones agrarias tienen dos componentes de resiliencia económica que son en cierta medida opuestos.
Así, se ha demostrado que algunas explotaciones son más estables a lo largo del tiempo y presentan dificultades para adaptarse en el largo plazo, mientras que a otras les resulta más fácil transformarse ante las perturbaciones externas, pero no se muestran tan estables en el corto plazo.
Este estudio elaborado por la institución cordobesa expone que, en base a los dos componentes de la resiliencia identificados, las explotaciones agrarias pueden responder a los cambios externos de dos formas: mantenerse inalterables o aplicar cambios a corto (por ejemplo, modificar el mix de cultivos de un año a otro) o largo plazo (pasar del cultivo de secano al regadío o de la agricultura convencional a la ecológica). La clave, señalan los investigadores, para un mejor diseño de políticas públicas es que estas sean más específicas y tengan en cuenta la gran variedad de factores que, de forma positiva o negativa, influyen en los dos componentes de la resiliencia de las explotaciones.
Los cultivos herbáceos españoles, caso de estudio
Para probar el marco teórico propuesto para la evaluación de la resiliencia de las explotaciones, los investigadores se han basado en datos de explotaciones agrarias españolas dedicadas a cultivos herbáceos. Estos cultivos, entre los que se encuentran los cereales o las legumbres, representan más del 30% de la superficie agraria útil de España, siendo fundamentales para la sociedad al ser la base de la alimentación tanto de las personas como de los animales.
Utilizando una base de datos de 947 explotaciones de este sector agrario, el equipo analizó factores que iban desde el tamaño de la empresa, la mano de obra o la edad de los agricultores, hasta el régimen de producción ecológica, los fertilizantes o los pagos de la Política Agraria Común.
Con esos datos, recogidos durante 13 años por la Red Contable Agraria Nacional (un instrumento perteneciente al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación), el equipo comprobó que existía una resiliencia parcial en los cultivos herbáceos españoles ya que tenían una buena estabilidad, pero una baja flexibilidad.
El estudio demuestra que no todas las políticas públicas son igualmente efectivas para mejorar la resiliencia económica de las explotaciones, requiriéndose instrumentos diseñados a medida y debidamente adaptados. La formulación de políticas debe tener en cuenta la complejidad de este concepto multidimensional. Según los resultados, impulsar la estabilidad (resiliencia estática) podría perjudicar la flexibilidad (resiliencia dinámica), y viceversa. Por ello, se necesitan instrumentos de política adaptados y específicos que consideren ambos componentes de la resiliencia.
Desde la Universidad de Córdoba explican que, dado que el objetivo último de la investigación es fomentar que las explotaciones agrarias puedan continuar produciendo y manteniendo sus funciones a lo largo del tiempo, las políticas deben tener en cuenta la complejidad del concepto de resiliencia, lo cual redundaría en beneficios para la sociedad.
Como explica Jaime Martín García, investigador del grupo WEARE de la UCO y autor de una tesis que, centrada en la transición ecológica de la agricultura, incluye esta investigación sobre la resiliencia, entre los beneficios se encontrarían “una producción de alimentos más estable, un menor impacto ambiental del sector agrario o un mayor desarrollo rural, ayudando a fijar población en zonas rurales que a menudo sufren despoblación”.