El pasado 20 de octubre mientras trabajaba recibí un WhatsApp de mi hijo en el que me decía: ”Papá. Nadal se retira”. Me quedé un tanto aturdido por la noticia y, aunque esperada, reconozco que me desconcentró de mi rutina laboral. Noté como si algo dentro de mí hubiera muerto. Mi hijo había crecido disfrutando de Nadal desde sus comienzos y a mí se me pasaron por la cabeza infinidad de recuerdos de este portento. en concreto tres: Su primer Roland Garros en 2005, su primer Wimbledon en 2008 contra Federer, en aquella final considerada por muchos como la mejor de la historia, y la final del Abierto de Australia del 2022, en un partido antológico en el que superó dos sets en contra, para conquistarla dando un vuelco a todas las apuestas.
No obstante, no es el objeto de estas líneas hacer un recorrido por su amplio palmarés de sobra conocido, ni tampoco hablar de su revés a dos manos o de su derecha liftada.
En septiembre de 2005, en la final del Open Madrid, en una final memorable (una más) Nadal venció levantando dos sets en contra. Al día siguiente cuando se levantó, prácticamente no podía caminar; se le detectó una malformación en el pie que, tras muchas pruebas, hacía indicar que el paso de Nadal por la historia del tenis iba a ser efímero. Aunque echó el resto en su recuperación, las posibilidades de que pudiera ser alguien en el universo tenístico se reducían bastante. A partir de ahí, transcurrieron los años y NADAL iba encadenando victorias, batiendo récords y dejando boquiabiertos a propios y extraños. Pero sobre todo y lo que hace a mi juicio a este deportista un superhombre, es que muchos de los títulos logrados fueron con DOLOR.
Más allá del aspecto físico, NADAL nos dio a todos lecciones que no se pueden olvidar. Podía perder o ganar, pero nunca jamás tiró la toalla, llegaba a bolas imposibles desafiando las leyes de la física, pero lo que me mueve a escribir este artículo es que jamás le vi un gesto de queja; desde el inicio hasta el final de su carrera fue consciente de que él era el único responsable de todo lo que le sucedía; era impensable oírle hablar mal de FEDERER, DJOKOVIC, y como muchos otros deportistas dio una auténtica lección a los políticos de este país, de lo que es respeto por el rival.
Probablemente este artículo no llegará nunca a ser leído por su protagonista; aun así, por lo que nos has aportado y por todo lo que nos has hecho disfrutar a mi hijo y a mí, solamente se me ocurre decirte.
Gracias RAFA.