La primera jornada completa de feria llenó el Real de Los Remedios de recepciones oficiales, políticas, institucionales y económicas, con un ir y venir de pequeñas delegaciones que cruzaban las calles en un ir y venir para saludar, para tomar una copa, para hacer acto de presencia, para alternar, con Jeremy Irons como estrella invitada, una jornada que terminó con lleno absoluto con la caída de la noche, previa a la jornada festiva que vivirá Sevilla este miércoles.
La caseta municipal era el epicentro de las recepciones, con la invitación especial que el Ayuntamiento de Sevilla había trasladado al actor Jeremy Irons, que ya había pisado tierras sevillanas en el Festival de Cine y que en esta ocasión conocía la Feria de Abril, este año en mayo, por primera vez. Irons, foto con el alcalde José Luis Sanz incluida, fue la personalidad estelar de la jornada, con permiso del presidente de la Junta, Juanma Moreno, que se hizo acompañar de casi la práctica totalidad del Gobierno andaluz pero también de la cúpula del PP, encabezada por Elías Bendodo.
Antes, en la caseta de la SER, Sanz les había anunciado a la centenaria Radio Sevilla la concesión de la Medalla de Oro de la ciudad, pero otras casetas habían abierto sus cortinas para hacer sus recepciones: Guardia Civil, Santander, Endesa, UGT, CCOO, PP, Puerto o la siempre destacada de Cajasol, entre otras muchas, sin olvidar la de los Claveles de la Prensa, que reconocieron al actor Paco Tous, a la hispanista y mecenas Cristina Heeren y al guitarrista y filántropo Emilio Fernández Caracafé.
La jornada sirvió para lanzar mensajes políticos entre la Portada y las puertas de determinadas casetas, el buen estar y el respeto institucional dominaron en el ambiente, y en esta ocasión a Juanna Moreno no le vitorearon en la caseta de CCOO pero más que nada porque los presentes a esas horas, más allá de las cuatro de la tarde, eran mayoritariamente de la sección sindical del Ayuntamiento y poco proclives a aplaudir el presidente andaluz.
Entre idas y vueltas a una y otra caseta, carruajes y caballistas habían ido invadiendo progresivamente el Real de la Feria, abriendo el abanico de colores y estilos que caracteriza a esta fiesta, trasladada de lleno al interior de las casetas, llenas hasta la bandera con familias, amigos y conocidos, aunque los precios, en muchas de ellas, resultaban casi prohibitivos.
Ya por la tarde, con la retirada de carruajes y caballistas, el Real fue tomado por miles de personas que iban y venían a la Calle del Infierno, a la portada, a las casetas, llenas hasta la bandera, con cientos de personas bebiendo en sus puertas, lo que hacía más imposible andar por sus calles, un ambiente que duró hasta bien entrada la madrugada e incluso, con los albores del amanecer.
