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Lunes 28/04/2025
 
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Análisis: Clair Obscur: Expedition 33

No es un título que juegas para entretenerte, sino un viaje que emprendes sabiendo que al volver ya no serás el mismo

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  • Clair Obscur: Expedition 33.

Adentrarse en Clair Obscur: Expedition 33 no es como encender la consola y pulsar "start". Es más bien abrir una carta lacrada llegada de un tiempo antiguo, donde cada palabra parece escrita con tinta y lágrimas. Desde la primera imagen, cuando el logo emerge entre la niebla de un mundo condenado, algo cambia en la forma en que respiras frente a la pantalla.

Te das cuenta de que estás ante una de esas obras que no se contentan con ser jugadas: quieren marcarte. Y no con el zumbido efímero del hype, sino con el eco lento y permanente de una historia que parecía escrita para ti, en el momento justo de tu vida.

La dirección artística no es solo un deleite visual, sino un manifiesto emocional. Cada escenario parece extraído de un lienzo expresionista donde la melancolía y la belleza conviven como amantes trágicos.

Hay un romanticismo decadente que recuerda a las pinturas de Caspar David Friedrich, y a la vez un barroquismo onírico que roza lo surreal, como si Magritte hubiera diseñado los pasillos de un castillo flotante. No se trata de simple estética: es narrativa visual. Un árbol retorcido en el horizonte no está ahí porque sí; cuenta una historia de pérdida. Una ciudad sumergida no es solo nivel jugable: es memoria hundida bajo la culpa.

Es un juego que te obliga a mirar lento, a observar los detalles como si fuesen pistas para entender no solo el mundo, sino a ti mismo.

Clair Obscur: Expedition 33.

A este despliegue visual se une una banda sonora que no acompaña: guía. Compuesta por una mezcla de instrumentación clásica y elementos corales casi litúrgicos, la música de Clair Obscur funciona como un segundo guion. Los momentos de exploración se sienten íntimos, casi como si el piano susurrara pensamientos que los personajes no se atreven a decir.

Y cuando el combate estalla, lo hace con cuerdas tensas y tambores rituales que elevan cada enfrentamiento a un nivel casi teatral. Es imposible no pensar en NieR: Replicant o Shadow of the Colossus, donde cada nota parece calculada no para agradar, sino para conmover. Lo importante no es si es pegadiza, sino si te atraviesa.

Pero lo que realmente hace que este título se distancie de otros RPG contemporáneos es su valentía jugable. Lejos de seguir la línea cómoda de lo ya probado, Expedition 33 introduce un sistema de combate por turnos que rompe las expectativas con una elegancia peligrosa.

Clair Obscur: Expedition 33.

No se limita a presentar opciones tácticas, sino que obliga al jugador a participar activamente del ritmo de cada acción. Bloquear, esquivar, amplificar… todo depende de tu atención, de tu capacidad de estar presente en cada segundo. Es casi como un soulslike trasladado al tablero de un juego por turnos. El combate no es una pausa entre narrativas, es una extensión de ellas. Cada encuentro refleja la tensión existencial de los personajes: pelean porque quieren vivir, y cada acción en batalla lo grita con fuerza.

El diseño de enemigos refuerza esta sensación. No son simples obstáculos: son encarnaciones del pasado, del dolor, del tiempo que se acaba. Criaturas que parecen esculpidas con la misma tristeza que viste el mundo. Algunos jefes son más que duros: son figuras míticas, guardianes de recuerdos, casi provocaciones filosóficas. Te exigen estrategia, sí, pero también alma. No basta con vencer: hay que entender por qué estás peleando. Me recordó a cómo Dark Souls III encerraba tras cada jefe una pieza de historia implícita, pero aquí se percibe aún más íntimo, más personal.

Clair Obscur: Expedition 33.

La historia no se narra, se revela. Y lo hace a fuego lento, sin prisas ni expositores. A través de diarios esparcidos, conversaciones que no siempre concluyen y elecciones que parecen mínimas, pero que configuran el tono emocional del viaje. La premisa —la de una expedición número 33 que parte con la certeza de que las anteriores 32 han fracasado— carga de peso simbólico cada paso. Hay un fatalismo que se cuela en cada escena, pero también una resistencia, una obstinación.

Los protagonistas no son héroes: son personas quebradas buscando sentido en medio del ocaso. Y esa es, quizá, la mayor fortaleza narrativa del juego: te hace cómplice emocional. No solo quieres ver qué pasa; quieres que estén bien.

Cada miembro del grupo está construido con mimo. No hay clichés. O, si los hay, se los desmonta con el paso de las horas. La soldado que parece fría en realidad lucha con un miedo pavoroso a ser olvidada.

Clair Obscur: Expedition 33.

El intelectual irónico arrastra una culpa insoportable. Hay arcos de redención, de renuncia, de resignación. Pero todos se construyen con delicadeza, sin subrayados innecesarios. El juego confía en ti. Te respeta como jugador, como lector, como ser humano. Y esa confianza se siente rara hoy, cuando tantos títulos parecen hablarte como si no pudieras entender nada sin un tutorial constante.

Y sí, hay aspectos que aún podrían pulirse. A veces el sistema de menús, por muy estilizado que sea, entorpece más de lo que ayuda. Y hay un par de momentos de transición que parecen alargarse artificialmente. Pero lo fascinante de Clair Obscur es que incluso sus defectos parecen pertenecer a un todo orgánico. Como una pieza artesanal donde se notan las manos del creador: no busca la perfección matemática, sino la expresión sincera.

Compararlo con otros títulos del género es inevitable, pero también injusto. Porque aunque podemos trazar líneas hacia Persona 5, Bravely Default II, o incluso Lost Odyssey, lo cierto es que Expedition 33 juega en otra liga. Una más íntima, más artística, menos interesada en conquistar públicos masivos y más obsesionada con alcanzar a quien realmente quiera sentir.

Clair Obscur: Expedition 33.

Cuando llegas a los compases finales del juego, no estás pensando en la puntuación que le pondrás, ni en si sacaste todos los trofeos. Estás pensando en lo que perdiste. En lo que elegiste dejar atrás. En lo que aprendiste. Es un juego que te transforma, aunque sea un poco. Que deja su huella como lo haría un poema que no entiendes del todo, pero que no puedes dejar de releer.

Así es Clair Obscur: Expedition 33: no un título que juegas para entretenerte, sino un viaje que emprendes sabiendo que al volver ya no serás el mismo. Y eso, en estos tiempos, es un milagro.

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